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Muchos vuelos habían sido cancelados, los hospitales funcionaban con personal mínimo, muchas mercancías se habían quedado en el puerto y las oficinas públicas se mantenían cerradas en todo el país, durante la primera huelga general convocada por los sindicatos más grandes del sector público y privado de Grecia en un año.
Tsipras llegó al poder en enero con la promesa de terminar con la austeridad impuesta por sus acreedores internacionales, aunque después acabó por aceptar las impopulares condiciones de un tercer rescate, al chocarse con la posibilidad de una salida de Grecia de la zona euro.
Las conversaciones mantenidas con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional se reanudaron el miércoles en Atenas como parte de la primera revisión del programa de rescate de Grecia.
Tsipras fue reelegido hace dos meses con el objetivo de cumplir con estos acuerdos y se comprometió a trabajar duro para amortiguar el impacto de las medidas de austeridad, particularmente en los griegos más vulnerables.
En un hecho que refleja la intrincada jugada política que Tsipras intenta realizar, su partido Syriza decidió apoyar la paralización, diciendo que la medida de fuerza en la industria fortalecía la posición del Gobierno en las charlas con los prestamistas.
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