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Analistas internacionales ven unas contiendas reñidas, pese a que no hay un claro candidato favorito, aunque los retos son una extrema crisis
Fernando Cortiñas y Rafael Pampillón, acaban de dar un resumen de cómo los medios europeos tienen una percepción sobre las elecciones argentinas. Los gobiernos populistas de Argentina han sido los más frecuentes desde el advenimiento de la democracia en 1983. Nunca han puesto el foco en reducir el gasto, sino en aumentar los ingresos a través de impuestos. Este sistema representa una bomba de relojería a punto de estallar.
El domingo 19 de noviembre, Argentina celebra la segunda vuelta (balotaje) de sus elecciones presidenciales, de las que saldrá el próximo presidente del país para el período 2023-2027. En este balotaje, el pueblo argentino tendrá que elegir entre los dos candidatos más votados en la primera vuelta electoral -celebrada el 22 de octubre-, Sergio Massa y Javier Milei. Ambos políticos son muy controvertidos, lo cual contribuye a aumentar la incertidumbre sobre el resultado final.
Por un lado, Sergio Massa, candidato del peronismo, es el actual ministro de Economía, que tiene a Argentina con una inflación superior a 150% anual, en un país con altísimos niveles de pobreza, corrupción e inseguridad.
Y por otro, Javier Milei, que se presenta como un candidato disruptivo, criticado por su personalidad histriónica. A Milei sus detractores lo presentan como un candidato autoritario, emocionalmente inestable, que carece de experiencia como gestor y de estructura para gobernar un país complejo como Argentina.
Con este panorama, lo único que podemos predecir es: 1) que las elecciones serán muy reñidas, 2) que, en este momento, no hay un candidato claramente favorito, 3) gane quien gane la labor de gobierno será muy compleja.
La primera ronda electoral mostró los siguientes resultados: Sergio Massa, actual ministro de Economía y candidato del peronismo, obtuvo 36,7% de los votos, ocupando la primera posición, seguido por Javier Milei, de tendencia ultraliberal, con casi 30% de los votos. En tercer lugar, quedó Patricia Bullrich, candidata conservadora, con el 23,8% de los votos. En cuarta posición, Juan Schiaretti, candidato cordobés, también conservador, pero que representa el voto de los productores agropecuarios del interior de Argentina, que obtuvo un 6,8% de los votos. Finalmente, en quinto lugar, Myriam Bregman, candidata de los partidos tradicionales de izquierda, que obtuvo un 2,7% de los votos.
Dado que solo los dos primeros candidatos pasan a la segunda ronda, y asumiendo la misma participación electoral, matemáticamente y de manera simplista podríamos decir que el 2,7% de los votos de la izquierda tradicional se inclinarían a favor de Massa, poniendo al candidato peronista en un mínimo de 39,4%. Por su parte, Milei atraería a los votos del conservador Schiaretti, por lo que llegaría a un 36,8 % de los votos.
En consecuencia, la elección será decidida por ese 23,8% de votantes de Patricia Bullrich, más la eventual, aunque poco probable, movilización del 22% del padrón que no votó en la primera vuelta.
Aunque a priori podría esperarse que el voto conservador se decantara por Milei, ello no queda nada claro. Especialmente, por las dudas que genera la controvertida personalidad del candidato autodenominado libertario.
Muchos de los votantes que votaron a Patricia Bullrich consideran que en esta segunda vuelta tendrán que votar entre "lo malo conocido" o "lo peor por venir", y probablemente una cantidad imposible de predecir con certeza decidan "no votar", o "votar en blanco". Esta decisión, sin duda, favorecería a Sergio Massa.
El votante conservador tradicional, sobre todo el de más edad, tiene muchas objeciones sobre la capacidad de gestión de Milei, derivada de su falta de experiencia gerencial y la carencia de una estructura partidaria consolidada.
Si a ello le sumamos los rasgos histriónicos de Milei, que lo hacen aparecer como una persona de equilibrio emocional dudoso, muchos electores optarán por el "no voto" o el voto en blanco.
Además, hay que considerar que Milei tiene una desventaja estructural clave respecto a Massa: menor capacidad de conseguir interventores en las mesas electorales. Sin caer en teorías conspirativas que permitan anticipar un fraude electoral masivo, es muy posible que en aquellas mesas y distritos donde Milei no tenga fiscalización efectiva, los resultados puedan ser manipulados por los partidarios de Massa. Y en una elección que se perfila tan reñida, ello puede ser decisivo.
Otra ventaja estructural de Massa sobre Milei es la capacidad de movilización que tiene el partido peronista: el peronismo tiene un sistema logístico muy bien engrasado; en las zonas rurales y en las áreas más deprimidas, el peronismo tiene una maquinaria muy eficiente para ir a recoger votantes casa por casa, a quienes se les entregan los sobres que deben meter en las urnas, por no mencionar los incentivos económicos que se da a quienes votan por el peronismo. Un punto adicional a tener en cuenta es la capacidad de coerción que tiene el peronismo en los distritos y provincias que gobierna, sobre todo los más pobres, donde hay un sistema casi feudal de coacción sobre los votantes por el cual se puede llegar a distritos donde el peronismo saque el 100% de los votos.
Finalmente, no tenemos que subestimar el silencioso poder de movilización de la Iglesia Católica. En uno de los errores más graves de su campaña electoral, Milei ha manifestado de forma recurrente opiniones negativas sobre el Papa Francisco. Y ello ha puesto en marcha al aparato eclesial en contra de Milei, como se ha podido ver en infinidad de vídeos de sacerdotes arengando activamente votar "contra" Milei.
Sin embargo, también hay razones para el optimismo en las sedes de Milei. Patricia Bullrich se ha pronunciado a favor de este candidato, lo que podría aumentar exponencialmente las opciones del líder de la Libertad Avanza.
Aunque la mayoría de las encuestas dan como ganador a Milei por un margen muy estrecho, la realidad es que las ventajas estructurales con que cuenta el candidato Massa jugarán a su favor, pudiendo compensar los pronósticos de los sondeos de opinión.
Por todo lo expuesto, podemos anticipar unas elecciones muy reñidas, que se definirán voto a voto, y en las que resulta muy arriesgado pronosticar un ganador.
En cualquier caso, gane quien gane, el panorama futuro para Argentina en el corto plazo se perfila tormentoso.
El 37% de votos obtenidos por Massa en la primera vuelta muestran que, más allá de la inflación, la inseguridad y la corrupción, hay casi un 40% de los argentinos que no quieren cambiar.
Por eso, si gana Massa, podemos esperar más de lo mismo. Políticas populistas, asistencialistas y clientelistas, una economía plagada de subsidios y un gasto público excesivo, que genera déficits crónicos. El creciente gasto público se financia a costa de una carga impositiva también creciente sobre el sector privado, pero que no alcanza para financiar el gasto de forma completa. Por lo cual el Estado argentino genera déficits crónicos que se financian a través de una emisión irresponsable que trae como consecuencia niveles de inflación altísimos, que este año ya ha superado holgadamente el 150%.
En el año 2002, había unos cinco millones de empleados en el sector privado, mientras que el Estado pagaba unos 10,6 millones de cheques por mes (los sueldos de los empleados públicos, las pensiones y los subsidios de diferente naturaleza que otorgaba el gobierno argentino). O sea, había algo más de dos cheques pagados por el sector público, en relación con cada empleado del sector privado.
En 2022, el número de empleados en el sector privado había subido a 6,5 millones de personas, pero el número de cheques pagados por el sector público había aumentado a 28,2 millones. Es decir, en dos décadas, la ratio "cheques públicos por empleado del sector privado" había pasado de 2 a 4,3. Ello muestra claramente una situación inviable a medio plazo.
Los gobiernos populistas de Argentina, que han sido los más frecuentes desde el advenimiento de la democracia en 1983, nunca han puesto el foco en reducir el gasto, sino en aumentar los ingresos a través de impuestos. Pero el número de beneficiaros de subsidios ha venido creciendo de forma mucho mayor que el número de contribuyentes. En resumen, este sistema representa una bomba de relojería a punto de estallar en cualquier momento, incluso gobernando un candidato populista.
Por el contrario, en el caso de que ganara Milei, se anticipan disturbios de todo tipo y de diversa intensidad que podrían dificultar la gobernabilidad del país.
Un gobierno que pretendiera controlar la inflación con recortes de gasto generaría reacciones encendidas de las partes que se vieran afectadas. Habría un riesgo cierto de estallidos sociales y violencia. De ahí que, lamentablemente, muchos ciudadanos argentinos se enfrenten este domingo a una difícil elección. Al final, sus votos se irán al candidato que consideren menos malo.
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