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Cataluña deposita la ilusión independentista en urnas de cartón

domingo, 9 de noviembre de 2014
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Reuters

Aún conscientes del carácter no vinculante de la iniciativa, los que acudían a votar lo hacían con convencimiento y la mayoría no dudaba en desvelar el sentido de su respuesta a la doble pregunta: Sí, quiero que "Cataluña sea considerada un estado" y Sí, quiero que "este estado sea independiente".

"Si no nos entienden, si no nos respetan, es mejor cada cual por su lado. Nos hubiera gustado ser un estado federal pero ya no es posible, nos han pisado demasiado. Es mejor separarnos, con los vínculos y con la historia y con todo el cariño del mundo", explica Angels Costa, una pequeña empresaria de 52 años propietaria de dos tiendas en la capital catalana.

Pese al carácter puramente simbólico de la iniciativa, prohibida en dos formatos distintos por el Tribunal Constitucional a instancias del Gobierno Central, Costa defiende la importancia del simbolismo.

"Me hubiera gustado votar en referéndum, pero al menos que se tenga claro en Cataluña, en España e internacionalmente que queremos votar", explica a la puerta de la Escola Pía, en un barrio burgués de la Ciudad Condal.

Entre los participantes también muchos son conscientes del carácter parcial de una consulta en la que pueden expresarse los 5,4 millones de catalanes mayores de 16 años.

"Mucha gente que hubiera votado no/no, no va a venir a votar porque está en contra, igual saldrá un 80 ó 90 por ciento de sí/sí, pero no es el reflejo de la realidad. Habrá poca gente que vote no", explica Ana Ibarz, maestra de infantil, voluntaria en el proceso a sus 29 años.

"Yo no voto. Esto no sirve para nada y encima yo estoy en contra, soy catalán pero también español", dice Roberto Ruíz mientras espera vía libre en un semáforo para continuar con sus ejercicios de `running'. "Prefiero correr y emplear mi tiempo en algo que me hace bien, esto no ‎va a ningún sitio".

La senda del desencuentro

Cataluña, una región industrial que goza de amplia autonomía dentro de un país a cuya economía aporta una quinta parte, ha vivido en los últimos años un auge del independentismo al calor de una profunda recesión económica en España y de unas relaciones cada vez más tensas con el Gobierno Central.

"Se piensan que aquí somos ricos, estuve cinco años viviendo fuera de Cataluña, en Sevilla y Galicia, y te cansas", explicaba el sábado Jordi, de 42 años, empleado de una tienda de licores junto a la plaza de Sant Jaume.

El hervor de las reivindicaciones independentistas de los últimos años tiene su origen en la "afrenta" que supuso que el Tribunal Constitucional tumbase en 2010 gran parte de los artículos de un ansiado estatuto de autonomía reclamado desde hace décadas por la región y que fue refrendado en 2006 por el parlamento nacional.

Conflictos sobre la identidad lingüística y cultural - el ministro de Educación llegó a decir hace unos meses que quería "españolizar" a los alumnos catalanes - no han ayudado.

"En España cada vez nos quieren menos (...) España me ha hecho nacionalista, no hay derecho que en una escuela un niño tenga que hablar por imposición más en castellano que en catalán cuando la sociedad no lo hace", dice antes de depositar su opinión en la urna, Josep Catasus, un emocionado anciano de 78 años.

La ruptura entre el gobierno regional y central es de tal magnitud que ha llevado a una alianza en otros tiempos impensable en el parlamento catalán, donde los conservadores de CiU y los independentistas de izquierdas de ERC han coincidido en la promoción de la consulta y en situar el asunto de la independencia como primer punto de sus respectivas agendas.

Pero aunque la mayoría de los catalanes se sienten agraviados al entender que aportan a las arcas del Estado más de lo que reciben, otros muchos no quieren separarse de España y sí abogan por un diálogo que tanto el Gobierno central como el autonómico se han mostrado dispuestos a retomar a partir del lunes.

"Yo no voto, no lo veo necesario, lo que quiero es una Hacienda nuestra, gestionar nuestros propios ingresos, lo de la independencia no tiene sentido en un mundo que tiende a unirse", dijo el sábado un taxista de 29 años que no quiso dar su nombre.

En este sentido, tanto el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como el líder catalán, Artur Mas, e incluso el principal partido de la oposición en el país (PSOE) han abierto la puerta en estos días a dialogar sobre una reforma de la Constitución de 1978 que podría alumbrar eventualmente incluso un estado federal.

Miembros de los dos principales partidos catalanes, además de las organizaciones civiles, entienden que una participación de más de 1,5 millones de personas sería un éxito que presionaría al presidente Artur Mas para convocar elecciones autonómicas a modo de plebiscito.

No obstante, la posibilidad de que los nacionalistas de Convergència i Unió, actualmente en el poder, y los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), a los que los sondeos dan como la fuerza más votada, vayan juntos a unos comicios con la independencia como programa es algo difícil de creer para algunos catalanes.

"Yo esto no lo veo, es muy raro, ¿CiU y Esquerra juntas? Pero si CiU es de derechas, y además nunca ha querido la independencia", dijo el sábado Jordi, el empleado de la tienda de licores.

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