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Lo único que le falta a Cali es creer en su papel histórico, reconocerse como epicentro del desarrollo regional, pero las ciudades no piensan ni actúan, es la gente que la habita
Muchos de los problemas nacionales tienen que ver con la mala estructuración de sus regiones, la errada organización por departamentos inventados por políticos caudillistas del siglo XIX. Hay departamentos que no son viables, mientras que hay otros que pueden potenciarse como regiones autonómicas que arrastren pequeños países pluriculturales. Es el caso de Cali, una ciudad inmensamente rica en todas sus dimensiones, crisol de razas, culturas, con un océano en el vecindario, cordilleras y el envidiable valle geográfico del río Cauca. Ahora bien, que la región que impacta Cali, no se haya encontrado como una autonomía con más fortalezas que debilidades se debe al actuar de sus gentes quienes son muy conscientes de sus posibilidades, pero no actúan en consonancia y dejan pasar el tiempo. El valle geográfico del río Cauca es el escenario político, económico y social de los departamentos de Cauca, Valle y Risaralda, pero si se suma la actividad del litoral Pacífico, bien se puede agrupar Nariño, que hace frontera con la economía dolarizada de Ecuador. Y esa es la cosmovisión del suroccidente colombiano, un rico país autosuficiente que nace en el Pacífico sube hasta la cordillera Central y deambula a lo largo del valle que forma un río vital para Colombia.
Varias ciudades con frenéticas dinámicas industriales y manufactureras, concentran economías de servicios y agroindustriales, como Popayán, Quilichao, Palmira, Buenaventura, Buga, Tuluá o Cartago, concentraciones poblacionales que ven en Cali el epicentro de su comercio, de la salud, la educación y el entretenimiento. Es la Colombia distinta que representa el suroccidente, la que desde hace tres o cuatro décadas está capturada por el narcotráfico y todos los grupos al margen de la ley que derivan su existencia de la delincuencia. Cuando se hacen cuentas en las condiciones actuales de distribución política, la región de la que hablamos puede superar 13% del PIB, sin petróleo ni gas.
El gran problema es que actúa como micropaíses dentro de un país y posibilidades de integración y modernización basada en trenes regionales, conectividad digital, aeropuertos principales más los satélites y un súper puerto más moderno de cara al mundo, es solo una ilusión por la misma condición individualista que se impone. La dirigencia caleña que es global, académicamente formada y con experiencia en cargos públicos nacionales, debería pensar en las grandes obras de impacto regional, que haga posible que la hoy capital del Valle tenga en la próxima década un metro urbano que se conecte con trenes regionales para poder crecer más y aprovechar el valle geográfico como posibilidad de crear una megaciudad muy competitiva en América Latina y en la Cuenca del Pacífico.
No se pueda hablar de comercio internacional o de aprovechar al máximo el derrame de las remesas en la región si se sigue con idearios individualistas ye microregionales. Quizá el Caribe colombiano y los santanderes puedan tener similares posibilidades de incrustarse en el mundo de hoy con peso específico, pero es el suroccidente del país con una capital como Cali, el llamado a liderar el cambio en la visión a largo plazo. Mucho de ese sueño ya se está haciendo realidad por pura inercia de la economía, fuerza que en ocasiones es minimizada por los problemas crónicos que tienen que ver con Bogotá.
La estrategia de participación ciudadana la lideró la Cámara de Comercio de Cali, ProPacífico, Comfandi, Comfenalco y universidades
Se consolida como una multinacional de alimentos, lidera el mercado nacional en su sector y exporta a 12 países, todo esto, con una operación cada vez más sostenible
Desde hace más de tres años en ProPacífico y junto a diversas organizaciones venimos trabajando en un mecanismo para priorizar proyectos para Cali