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Los dividendos de la educación

martes, 22 de diciembre de 2015
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Gina Parody

Por segundo año consecutivo, el gobierno del presidente Santos ha destinado más recursos para la educación de sus niños, niñas y jóvenes, que para la guerra. Esto significa que gran parte de los impuestos que usted, yo y todos los colombianos pagamos se están destinando a la formación de las nuevas generaciones. 

En términos económicos, hoy la educación es la inversión con el retorno más alto en la política social del país. En el caso de la educación básica y primaria este retorno llega a 20%, en la educación superior en instituciones acreditadas esa tasa es de 37%. En otras palabras, en tan solo cinco años el Estado recupera lo que ha invertido en cada estudiante. 

Pero también tenemos un retorno social y es ahí donde la inversión que hacemos en educación se hace tangible y adquiere nombres, edades, colores y sueños.

Sueños como los de Abdías Josué Ovallos, un joven de Cúcuta beneficiario del programa Ser Pilo Paga, quien nunca pensó que podría prepararse para convertirse en el médico que siempre quiso ser, pues sus papás son recolectores de chatarra y con sus ingresos no podían pagarle sus estudios universitarios. Hoy, Abdías Josué cursa segundo semestre de medicina en la Universidad de los Andes. 

Y ese es solo uno de los 21.000 sueños que ya estamos haciendo realidad, y de los más de 40.000 que vamos a cumplir durante este cuatrienio. 

Gracias al presupuesto con el que hoy cuenta el sector educativo, no hay excusa para que los niños no vayan al colegio: ¡La educación es gratuita!. Además implementamos la jornada única, en la que actualmente 317.000 niños de colegios públicos reciben las mismas horas de clase que los niños de colegios privados. La meta a 2018 es que 2,3 millones de niños estudien ocho horas diarias. Para 2025, cubrir con esta modalidad a todos los menores matriculados. Esta medida se traduce en niños que pasan menos tiempo en la calle y más tiempo en el colegio, aprendiendo más. 

Así mismo, para que todos los niños y jóvenes tengan espacios adecuados, en los que puedan estudiar esas ocho horas de clase, el gobierno destinó $4,5 billones para construir más de 30.000 nuevas aulas, en un ambicioso programa de infraestructura educativa al que denominamos “Plan Nacional de Aulas para la Paz”. 

En tan solo cuatro años estamos construyendo los salones de clase que hubiéramos hecho en 80 años. Ya entregamos las primeros 1.500 aulas en todo el país. 

Lo invito a imaginar por un segundo los efectos que tendrán todas y cada una de las inversiones que estamos haciendo en educación: millones de niños educados con los mejores docentes, con ocho horas diarias de estudio en jornada única, con instituciones de educación superior acreditadas en alta calidad.

El retorno social que genera cada peso que invertimos en un niño que va a jornada única, en un estudiante pilo que asiste a alguna de las mejores universidades y en la preparación o estímulo a un maestro genera un efecto en cascada donde no solo transformamos la vida de ese individuo, sino además la de toda su familia y la de toda la nación. Les estamos dando a todos la misma oportunidad de educarse, sin importar si nació en un hogar rico o pobre.  

La educación es el mayor legado que podremos dejar a nuestros niños y jóvenes, a las generaciones que vivirán en una Colombia en paz.

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