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Analistas 05/05/2023

Trampa de bajo crecimiento

Sergio Mutis Caballero
Presidente Grupo Valor

Como es sabido, los países que representan las cinco economías más grandes de América Latina están gobernados, por primera vez de forma simultánea, por la izquierda. Lula en Brasil, López Obrador en México, Fernández en Argentina, Petro en Colombia y Boric en Chile. Con liderazgos e inicio de gobiernos diferentes, coinciden en que fueron elegidos mayoritariamente con apoyo de jóvenes, cuyas medidas de gobierno es a quienes más afectan.

Coinciden también en la desconfianza inversionista, tanto que migran a otras economías. Se complementa este hecho histórico con que, cuando se prorroga por varios periodos la permanencia de la izquierda, ha hecho que el crecimiento económico sea mediocre y que cada día haya más hogares en pobreza, resultado contrario a su discurso populista. Están imbuidos en tal dinámica negativa porque el país afectado tiene instituciones débiles y por mala gobernanza. Se agrava la situación, cuando se destruye la democracia, como el caso de Venezuela y Nicaragua.

Así, las economías con PIB nominal más grande en la región tienen insatisfacción de respuesta social, entre otras razones por crecimiento económico mediocre, desaceleración causada por una situación hemisférica compleja, que redunda en debilitamiento de la demanda externa y, por sobre todo, porque están enmarcadas en tensiones y polarizaciones políticas, donde prima la desconfianza inversionista, la incertidumbre y la falta de seguridad.

Argentina, con seguidilla de gobiernos de izquierda, se encuentra en uno de los peores escenarios macroeconómicos de su historia reciente, ad portas de recesión, con inflación por las nubes, déficit fiscal descontrolado y aumento del desempleo. Caso de resaltar fue la decisión de Castillo en Perú, destituido al tratar de disolver el Congreso. Como si todo lo anterior fuera poco, el freno monetario impuesto por los bancos centrales para controlar la inflación en algunos países latinoamericanos, ha contribuido al poco crecimiento, afectando el empleo formal. Pues bien, Colombia, que venía en la senda contraria a la tendencia descrita de la región, estaría entrando en la trampa de bajo crecimiento económico y en peligro de debilitamiento institucional.

La sociedad civil no puede permitir que nuestro país se salga de los principios democráticos, que es el rumbo que le ha dado réditos. Las contradicciones de satanizar el petróleo, cuando Ecopetrol generó en 2022 $33,4 billones de utilidades (fuente de desarrollo regional y de recursos para programas sociales); o demonizar las empresas privadas que, generan más de ocho millones de empleos formales, las que además conforman un importante tejido empresarial, teniendo contundente mayoría en empresas pequeñas, no es el camino.

Por otra parte, como llamado a nuestras instituciones y al Congreso, mientras las mayorías legislativas se construyan en consensos donde prime el bien general, se respete la estabilidad jurídica y la institucionalidad, se pueden combatir o moderar las iniciativas populistas o estatistas que destruyen lo que funciona. Es necesario entonces activar de manera contundente los contrapesos y controles democráticos que moderen iniciativas gubernamentales con cantos populistas de cambio.

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