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Analistas 01/11/2018

Laberinto latinoamericano

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

En 2011, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo anunció, en un despliegue de entusiasmo regional, que los años siguientes tendrían el calificativo de la Década de América Latina. Además de que la prudencia aconseja abstenerse de cantar victoria antes de haber ganado la batalla, por bien intencionada que sea, la profecía no hace parte de las funciones del BID.

Es difícil predecir lo que sucederá en materia económica a un plazo de 30 días. Tratar de prever lo que sucederá al término de nueve años es incursionar en el terreno de la ciencia ficción.

Para darle una interpretación benévola a la predicción mencionada, puede afirmarse que fue prematura. Incorporaba el error de interpretar el auge en los precios internacionales del petróleo y de los commodities como un fenómeno duradero. Dejaba de lado la calidad de las políticas públicas y el mayor o menor acierto con el cual se estuvieran asignando los recursos de unas bonanzas que resultaron ser efímeras.

El hecho es que para algunos países latinoamericanos esta década ha sido deplorable. Para otros ha sido lánguida o apenas mediocre. Si bien puede ser excesivo afirmar que esta ha sido otra década perdida para el desarrollo de la región, el nombre adecuado podría ser la década de oportunidades desaprovechadas.

Venezuela, cuya producción total de bienes y servicios es la mitad de lo que era hace cinco años, es el caso más conspicuo de fracaso económico. Con el eslogan del Socialismo del Siglo XXI, los delincuentes que se apoderaron del estado venezolano han sometido a la nación al saqueo sistemático y han pauperizado a la población.

La destrucción institucional y empresarial resultante ha producido una catástrofe social que ha dado lugar a un desplazamiento migratorio sin precedentes en el hemisferio. Este colapso constituye una tragedia humanitaria.

La inconformidad con el desempeño económico de los últimos años así como la falta de acuerdos acerca del modelo de desarrollo deseable están reflejándose en la falta de gobernabilidad y en incertidumbre política.

La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil puede atribuirse a la combinación de esos factores a los cuales se agrega el rechazo a la gestión del PT y a los escándalos de corrupción asociados con el esquema corporatista.

El discurso autoritario y retardatario en temas sociales ha estado matizado con la designación de Paulo Guedes, un banquero y economista pro mercado como el ministro de Hacienda. Está por verse si sus propuestas de apertura comercial y privatización de empresas estatales resultarían compatibles con el sesgo nacionalista del presidente.

En Argentina, el presidente Mauricio Macri ha estado corrigiendo el descalabro populista y desmontando el andamiaje cleptocrático que le dejaron los esposos Kirchner.

Un manejo económico errático ha debilitado la credibilidad del Gobierno. Ha habido tres gobernadores del banco central en tres años. La economía está en recesión, con un ritmo de inflación de 45%. Para el 2019, Cristina Kirchner propone repudiar el acuerdo con el FMI, lo cual implicaría declarar el default.

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