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Analistas 03/09/2022

Unicornios y presidentes

Analista LR

En política y en inversiones empresariales todos buscan unicornios y centauros. Animales fantásticos que aparecen uno en mil. No hay dos iguales. Cuando los inversionistas de Venture Capital, aquellos que invierten en empresas en etapa temprana, invierten en una empresa no saben si será exitosa. Lo contrario: noventa en cien fracasan, nueve algún rédito dan, y con algo de talento y fortuna, algún animal fantástico tal vez emergerá. Su inversión en una empresa en particular, con chance de uno en cien de triunfar, puede resultar en rendimientos medidos en miles de veces el capital aportado. Y sí que se merecen esa fortuna potencial. Invirtieron en ideas, en personas, en mística, en momentos donde sus cheques hacen la diferencia entre fracasar y sobrevivir. Invirtieron con una baja probabilidad de éxito, pero con esperanza y algo de matemática. La matemática de los números grandes. Aquella que observa que entre mayor el número de apuestas, mayor el chance de que alguna sea exitosa y compense las pérdidas de las demás.

Contrastan con sus colegas que invierten en acciones de empresas listadas. Aquellos que van a la fija, invierten en papeles conocidos respaldados por empresas de trayectoria, con rendimientos mediocres, pero con la tranquilidad de haber arriesgado poco. Eso sí, sin voz ni voto. ¿Por qué habrían de tenerlo si llegaron tarde? Cuando su inversión no hacía la diferencia entre el éxito y el fracaso.

En las elecciones pasadas arrancamos con dos docenas de precandidatos presidenciales. Había para todos los gustos: con experiencia, novatos, corruptos, profesores, caciques, filósofos y hasta charlatanes. Teníamos de donde escoger, pero algo hicimos mal. En la desesperación de buscar al candidato contendor, aquel con mayor chance aparente de ganar, el que causara menos rechazo, aquel con quien pudiésemos jugárnosla en público, olvidamos la mística. Por esperar a que la apuesta “segura” se hiciera aparente, sacrificamos la oportunidad de invertir nuestro tiempo, energía y dinero en aquellos liderazgos emergentes cuando habría hecho una gran diferencia.

Si en algo se parece una empresa emergente a una candidatura presidencial es que resulta imposible determinar con certeza su éxito antes de que sea un hecho. Sabemos que alguna empresa triunfará, y que algún candidato será electo, pero no sabremos cual o quien hasta el final. Que tire la primera piedra quien no se haya sorprendido con alguno de los resultados de los comicios pasados. El candidato que gana, como la empresa que triunfa cuenta con talento, dinero y alineamiento sideral. ¿Cómo mejoramos nuestros chances de obtener un mejor resultado en 2026? Pues con mística y matemática. Creyéndonos el cuento. Sí hay gente con talento, garra, experiencia y vocación de liderazgo público. Sí hay con qué. Pero sin seguidores no hay líderes. Si no apoyamos con dinero oportuno, tiempo y energía los liderazgos emergentes, cedemos el espacio a quienes no nos representan, a quienes se financian del erario o fuentes oscuras. Ahogamos la esperanza. Pongámonos la meta de aquí al 2025 de apoyar a la próxima generación de candidatos para que arranquen la carrera presidencial con bases sólidas y reconocimiento nacional. No es cuestión de escoger un solo contendor, eso le corresponde al albur; adoptemos la táctica del Venture Capital: procuremos financiar a todos los buenos y que las matemáticas de los números grandes hagan lo suyo. Con que alguno de los buenos gane nos basta.

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