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Analistas 21/07/2013

Nunca tener que decir que te equivocaste

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El economista Jared Bernstein escribió recientemente un artículo de opinión para The New York Times desde Europa sobre la completa falta de voluntad de los formuladores de política europeos para aprender de sus errores; llamémoslo “Euroderp”.

Y efectivamente es una cosa notable: pese a la abrumadora evidencia de que las políticas de austeridad no sirven para lo que se promueven, esencialmente no ha habido nada de relajación por parte de la ortodoxia, y ninguna admisión de error. 
 
De paso, el Sr. Bernstein mencionó el análisis Blanchard-Leigh de los multiplicadores, donde los economistas Olivier Blanchard y Daniel Leigh, del Fondo Monetario Internacional (FMI), admitieron a principios de este año que el Fondo no comprendió cuánto daño haría la austeridad porque subestimó los multiplicadores en aproximadamente dos tercios. Y esto ilustra un punto que creo que muchos lectores no entienden: la diferencia entre “urp”, que es excusable, y “derp”, que no lo es. 
 
Por urp quiero decir simplemente entender mal algo; para luego conceder, conforme surge la evidencia, que efectivamente te equivocaste: “¡Urp! ¡Fue una mala decisión!” Obviamente, si alguien hace urps todo el tiempo, su credibilidad cae, pero todo mundo lo va a hacer de vez en cuando. Urp es de humanos. 
 
Derpear, por otro lado, significa que a alguien le han demostrado su equivocación pero sigue afirmando estridentemente la misma cosa, una y otra vez, sin importarle nada. 
 
Los señores Blanchard y Leigh urpearon, pero no derpearon; los inflacionistas, por otro lado, simplemente siguen derpeando. 
 
Como dije antes, algunas personas no parecen entender esta distinción. Señalan errores que he cometido antes (principalmente mi mala decisión respecto de los déficit y las tasas de interés en 2003) y dicen: “¡Usted también derpea!” Pero yo he admitido que fue una mala decisión, y he adaptado mi análisis correspondientemente.
 
 Me gustaría haber entendido bien las cosas, pero todo mundo, posiblemente con excepción del Papa, la urpea de vez en cuando; lo único que puedo decir es que creo tener menos derps que la mayoría, y en verdad realmente intento no derpear. 
 
Alijos de efectivo
Zachary Goldfarb, un reportero de The Washington Post, se maravilló recientemente en un artículo de Internet por el hecho de que incluso cuando los estadounidenses usan menos y menos efectivo para transacciones, la cantidad de dinero en circulación ha estado creciendo. ¿Por qué? Sugiere que esto está motivado por el miedo, por preocupaciones respecto a la estabilidad política y financiera. 
 
Pero sugeriría una explicación distinta. Los motivos para tener dinero, especialmente en forma de billetes de US$100, han estado desde hace mucho tiempo: en gran parte tiene que ver con evadir impuestos, y también con la ley en general (los jefes de narcotráfico latinoamericanos atesoran dólares en alta denominación; los empresarios rusos hacen lo mismo con billetes grandes de euro). Lo que ha cambiado es que con tasas de interés cercanas a cero, el costo de oportunidad de atesorar efectivo ha caído mucho. Ya hemos visto antes este fenómeno, en Japón; en la década de 1990, los economistas japoneses solían bromear con que el único producto de consumo duradero que se vendía bien eran las cajas fuertes. No lo causa el miedo, sino la desesperación; no hay nada en qué invertir, ¿así que por qué no guardar cosas bajo el colchón? 
 

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