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Analistas 30/03/2015

Deuda del sector privado, y una falla de observación

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Sin embargo, el Sr. Irwin efectivamente parece desviarse ligeramente en un punto: “La principal diferencia en esta ocasión”, escribió en su artículo del 16 de marzo (aquí), “es que las compañías privadas, y no los gobiernos, han incurrido en deuda no en moneda propia”.

De hecho, esta vez es igual. Las crisis asiática y argentina también involucraron deuda del sector privado, siendo la deuda pública asiática, en particular, bastante baja antes que golpeara la crisis. Y un número de economistas, incluyéndome, desarrolló independientemente modelos de apalancamiento, desajuste monetario y efectos en las hojas de balance para entender la crisis asiática.

Este punto importa, pienso, por un par de motivos. Por un lado, si alguien prestó atención a Asia en 1997-1998, estaba vacunado contra la tentación a fiscalizar las narrativas de la crisis ver todo lo que sale mal como resultado de déficits presupuestales (este es un motivo por lo que reaccioné al artículo del Sr. Irwin; ya ha habido un enorme esfuerzo por fiscalizar retroactivamente la crisis del euro, y debemos resistir los intentos por hacer lo mismo con la crisis asiática).

Por otro lado, a veces escucho gente declarar que hasta la crisis financiera de 2008, los economistas no prestaban atención a la deuda privada como fuente de problemas económicos. Pero todos los que trabajaban con Asia en 1998 eran bien conscientes de los problemas que podían crear la deuda y el apalancamiento. Si no comprendimos qué tan vulnerable volvió a Estados Unidos el auge de la deuda de las familias, fue una falla de observación, no un problema conceptual profundo.

Como he intentado explicar en un número de ocasiones, la crisis de 2008 fue una sorpresa pero no un choque, al menos para mí; comprendí casi inmediatamente que lo que estaba pasando encajaba bastante bien con los marcos existentes. Sabíamos de corridas bancarias, y una vez que se entendía que algo esencialmente igual a una corrida bancaria podía suceder en algunas formas de banca sombra, tardabas aproximadamente 30 segundos en descifrar la depresión post Lehman Brothers. También sabíamos de los efectos de balance, y no fue nada difícil transferir ese entendimiento a las secuelas de la burbuja inmobiliaria.

Quiero decir, en 1999 escribí un libro intitulado “The Return of Depression Economics”. No fue muy difícil tomar en cuenta que se estaba volviendo realidad.

Un negocio difícil

Quartz publicó recientemente un artículo sobre el panel que me llevó a Austin, Texas, a la Conferencia de Música y Medios South by Southwest (léalo aquí qz.com/366211). Como podría esperarse, los hermanos Butler, de Arcade Fire, quienes compartieron el panel conmigo, son realmente hábiles para expresarse e interesantes; básicamente, estoy muy seguro que podrían hacer mi trabajo, mientras que no hay forma alguna de que yo haga el suyo.

También hubo una interesante discusión con Tatiana Simonian, de Nielsen, sobre el papel de las decisiones basadas en datos de las empresas disqueras. Los dos coincidimos en que aunque la información sobre qué atrae a la audiencia es altamente imperfecta, las corazonadas de los ejecutivos a menudo son peores, así que haciendo un balance los datos permiten mejor música. Mi paralelo es con el negocio de las noticias: la lista de artículos más compartidos por correo electrónico es una métrica profundamente defectuosa, pero sigue siendo un correctivo bastante útil para los instintos técnicos de gente que ha trabajado años en periódicos.

También me alegró recibir confirmación directa de lo que he dicho antes, basándome en el trabajo de los economistas Marie Connolly y Alan Krueger: para los artistas, lo bueno siempre han sido las presentaciones en vivo, no las regalías por venta de discos. Sí, ha habido algunas excepciones (los Beatles, Michael Jackson), pero la presentación en vivo es la norma. Una pregunta de la audiencia generó algunas dudas, pero Will Butler las silenció, diciéndonos que Arcade Fire gana casi lo mismo con un festival europeo que con todas las regalías de un disco.

Un dólar más fuerte

El valor del dólar estadounidense se ha reforzado considerablemente contra un número de monedas durante las últimas semanas, poniendo en peligro sectores privados de mercados emergentes cuyas firmas tienen gran cantidad de deuda nominada en dólares.

La fortaleza del dólar marca un brusco giro desde la crisis financiera de 2008, cuando la moneda era relativamente débil en comparación con sus competidores internacionales. Luego que la política de relajación cuantitativa de la Reserva Federal inundara los mercados internacionales con dólares, muchas firmas externas aprovecharon préstamos baratos nominados en dólares, que a menudo eran más baratos que los préstamos en monedas locales. En septiembre de 2014, el Banco de Pagos Internacionales estimó que las firmas extranjeras tenían una deuda en dólares por 9.2 billones, un incremento de 50 por ciento en comparación con 2009.

Pero recientemente, el final de la relajación cuantitativa, combinado con el robusto crecimiento del empleo y la expectativa de tasas de interés más altas, ha hecho subir al dólar, junto con el valor relativo de la deuda nominada en dólares. “Tomar deuda justo antes de un cambio en los tipos de cambio puede ser doloroso”, explicó The Economist el 21 de marzo. “En 2010, una firma turca que se endeudara con 10 millones de dólares vía un bono a 10 años con un cupón de 5 por ciento podía esperar pagar 22.5 millones de liras (15 millones de dólares) durante la vida del bono. Pero la lira ha caído 43 por ciento contra el dólar desde entonces (y) los pagos ahora superan los 39 millones de liras”, indicó.

Un dólar al alza no es necesariamente perjudicial, porque las firmas que exportan a Estados Unidos se vuelven más competitivas y reciben más moneda local por sus ventas en dólares. Pero muchas de las firmas de economías emergentes con deuda nominada en dólares solo operan nacionalmente, y el rápido aumento de su deuda ha llevado a que algunos analistas teman una ola venidera de default privado.

“Una quiebra de mercados emergentes no causaría otro momento Lehman”, explicó The Economist. “Pero significaría grandes pérdidas de puestos de trabajo en las firmas afectadas. Conforme los inversionistas revaloren el riesgo, probablemente también llevará a un repentino estrechamiento del crédito. En países como Sudáfrica o Turquía, donde el crecimiento se está evaporando rápidamente, eso aún podría ser muy doloroso”, subrayó.

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