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Analistas 15/08/2017

¿Y el rol de China?

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit
LUIS-FERNANDO-VARGAS

En este momento de tensiones entre Corea del Norte y Estados Unidos, o mejor si se quiere, entre Kim Jong-un y Donald Trump, hay un jugador central que podría estar haciendo mucho más para evitar que la difícil relación continúe complejizándose. Se trata, sin duda, de China. En palabras de Trump, el país asiático podría estar haciendo mucho más que la simple diplomacia ejercida al interior del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Es real que en el seno de la Organización el gobierno chino ha querido mostrarse fuerte contra el régimen de Pyongyang, sugiriendo y avalando algunas sanciones como consecuencia de las diferentes pruebas de misiles que desde el norte de la península coreana se han realizado. Sin embargo, la realidad de la relación bilateral luce opuesta a esos deseos públicos de imponer embargos y castigos. El gobierno chino terminó avalando, un poco a regañadientes, la resolución 2371 emitida el pasado 5 de agosto, y que le afecta directamente.

El documento condena las pruebas que bajo órdenes y aplausos de Kim Jong-un se han venido ejecutando como ejercicios disuasivos no solo frente a sus vecinos sino ante todo el mundo occidental. A su vez, aplica prohibiciones para sus exportaciones de recursos naturales y restricciones en términos de movilidad de sus recursos y personal que aspire generar negocios, inversiones y emprendimientos por fuera de su territorio. También congela activos de personas e instituciones financieras norcoreanas e incluye en listas que impiden la movilidad a nueve funcionarios del régimen.

Cuando se analiza la historia del siglo XX, es claro que la relación bilateral entre China y Norcorea se fortaleció de forma gradual a partir de la finalización del conflicto entre las dos Coreas. Desde 1953 y con objeto de asegurarse una zona de influencia más en el marco geográfico de la Guerra Fría, Beijing intervino en el territorio norcoreano, impulsó su reconstrucción y definió, con el respaldo del pacto de amistad y asistencia mutua entre las dos naciones (Sino-North Korean Mutual Aid and Cooperation Friendship Treaty), las condiciones económicas de dicho vínculo.

Así, los dos Estados han permanecido atados a través del sistema financiero, el flujo comercial y en lo concerniente a temas energéticos. Precisamente es eso lo que explica que sea China el actor llamado a poner orden en este juego de egos supremos que tiene al mundo en vilo. Si ese casi 50% de las exportaciones norcoreanas que salen directamente hacia China se pusiera realmente “en jaque”, entonces la situación necesariamente tendría que cambiar. Lo mismo ocurre con el tema financiero. Mientras se permita al omnipresente y todo poderoso Kim Jong-un el flujo de capitales del que dispone casi irrestrictamente para satisfacer sus deseos nucleares, los misiles seguirán surcando los cielos orientales como si fuesen juegos pirotécnicos de fiestas decembrinas latinoamericanas.

Entre tanto China decide el manejo real que dará a la relación con el régimen de Pyongyang, lo que ahora inquieta es que los acostumbrados ejercicios militares entre Corea del Sur y Estados Unidos (otra relación bilateral de vieja data) están previstos para dentro de una semana. Y para ello, el Comando del Pacífico Sur está desplazando sus avanzados bombarderos B1-B Lancer con los que Washington aspira obtener resultados disuasorios. ¿Lo logrará? Podría darse, pero también está previsto que Norcorea reaccione y “exhiba sus dientes”.

Habría que señalar finalmente que, dadas las constantes coyunturas geopolíticas, ha habido una variación tan rápida en la relación entre Beijing y Pyongyang, como rápido ha sido el cambio interno chino luego de la finalización de la Guerra Fría. Por esto, es apenas normal que hoy China desista de una vez por todas de sus compromisos con Kim Jong-un y se comprometa más con el discurso abierto, plural y en algo liberal que ha procurado en los últimos años. Es el momento.

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