Mantengamos la credibilidad

Finn Kydland y Edward Prescott recibieron en 2004 el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones a la macroeconomía dinámica, sobre la consistencia del tiempo en las políticas económicas y las fuerzas detrás de los ciclos de los negocios. Uno de los aspectos fundamentales de su larga investigación es el de la credibilidad del Estado y sus implicaciones (Ver Nobel 1). En 2012, Kydland ofreció una entrevista al País de España, donde explica cómo los aumentos en impuestos en estados con poca credibilidad se traducen en un freno a la inversión, y por ende a la economía en general (Ver País 2). 

El Estado colombiano ha llegado a un punto de quiebre con muchas variables en contra, especialmente el momento político. El escenario macroeconómico se encuentra apretado por el déficit de cuenta corriente, que se debe disminuir, con exportaciones bajas, y una gran cantidad de importaciones ralentizadas también por tasa de cambio. Los gremios importantes del país como Analdex, Asobancaria, la Andi y varios más, vienen insistiendo en la necesidad de reglas claras y estables en el largo plazo (Ver Analdex 3). Pensando en Kydland y Prescott, aunque hay credibilidad en el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, la incertidumbre empresarial viene por la coyuntura internacional y la realidad de las industrias cambiantes por la explosión de internet, de lo cual no nos podemos abstraer.

¿Qué tan grande debe ser el gasto público, es decir, qué tipo de estructura debe tener un Estado ante la realidad de vacas flacas que nos dejó un PIB que venía fuertemente arrastrado por el sector hidrocarburos? El Congreso ya le ha dado un espaldarazo al gobierno actual al aprobar rápidamente el Presupuesto General, en donde no hay rubros para posconflicto. Ahora deberán tener en cuenta que el crecimiento económico de 2016 se revisó a la baja llegando a 2,5% lo que impacta directamente todos los cálculos, esto sin considerar proyecciones de devaluación para no complicar más el asunto. 

La paz deberá financiarse con recursos internacionales. El propio crecimiento económico de puntos adicionales de PIB de los próximos años traerá un flujo de caja marginal positivo de mediano plazo. El nivel óptimo de gasto público es un tema de arduo debate nacional, que no debe pasar de agache. Si llega la paz, Colombia deberá remodelar la destinación de recursos militares hacia salud y educación.

Los expertos han dado una serie de recomendaciones al gobierno, donde principalmente la reforma tributaria que se presentará va a modificar tasa, base y estructura del IVA. Según el reconocido abogado tributario Julián Jiménez Mejía (ex funcionario de la Dian), hay más de $40 billones que están no gravados en productos, servicios exentos o excluidos por diferentes motivos. Incluir en la base algunos, devolver puntos a los ciudadanos de niveles socioeconómicos bajos y reformular toda la base pareciera ser el corazón de la reforma. Si bien es cierto que subir tarifa es una fórmula, también lo es estandarizar diferentes sabores de IVA en uno solo.  Lo que se logre recaudar por renta y su inminente convergencia con el Cree en un solo impuesto, es una pequeña parte de la gran ecuación. Se tendría unificación, menos número de impuestos, se debe discutir cómo incluir las normas Niif y ajustar las bases gravables, se buscará aumentar el número de contribuyentes, iniciativas de simplificar, aumentar procesos de digitalización en facturación y crear mecanismos para depurar devoluciones y saldos a favor. 

En tiempos de presentación, luego del plebiscito del 2 de octubre, necesariamente la reforma depende del “Fast Track” en un trámite que se desarrollará entre octubre y diciembre. Está en juego la credibilidad, en el nuevo país que deberá tener reglas seguras y fijas para empresarios e inversionistas. Por ahora, la agencia Fitch mantiene a Colombia en BBB, una buena calificación crediticia, no debemos perder esa importante credencial como país con los cambios que se aprueben.