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Quito vivió la Colonia en medio de dos polos: Lima, más importante en el andamiaje institucional, y Santa Fe, de menor envergadura. El titubeo de Lima ante la invasión francesa a la península ibérica impulsó a las poblaciones de Ecuador al proceso bolivariano, pero la unión fue frágil. Desde la independencia de Ecuador no ha habido convergencia entre Ecuador, cuyo principal polo de desarrollo queda sobre la Costa Pacífica, y Colombia, que ha ignorado en la práctica la región, desde Chocó hasta Tumaco.
Desde la posguerra ambos países abordaron transformación en urbanos, pero Colombia tuvo más orientación a la protección hasta 1990, en tanto que Ecuador se enfocó hacia los productos primarios para la exportación. Los dos han tenido problemas de instituciones públicas; en Ecuador la ineficacia desembocó en colapso del sistema político hace dos décadas. El régimen autoritario y populista de Rafael Correa (2007 a 2017), impulsó la infraestructura y la educación pública; ante el enfrentamiento con el sindicato de educadores, renuente a la evaluación de las competencias profesionales del magisterio, la población respaldó al gobierno. Sin embargo, Correa no enfrentó los problemas derivados de la adopción del dólar de EE.UU. como moneda hace 18 años. Mientras el precio del petróleo estuvo muy elevado hasta 2014, cuando declinó, no eran evidentes los riesgos de usar una moneda cuyo valor frente a las demás no refleja los avatares del sistema económico propio; tras el relevo de Correa han aflorado graves problemas fiscales, aliviados solo en forma parcial por el reciente repunte transitorio del crudo. Tiene dos polos importantes, Guayaquil, con más de tres millones de personas, y Quito, con más de dos millones.
Ni las instituciones públicas de Ecuador ni las de Colombia no son comparables en eficacia y transparencia a las de Europa Occidental, Canadá o Australia; incluso las de ambos países están muy por debajo de las de Chile o Uruguay. Colombia no ha sufrido el colapso que vivió Ecuador, pero el crecimiento de la corrupción y la ineficacia desde 1991 llevan a concluir que acá también se requiere enderezar el camino. Nuestra periferia ha sufrido el abandono del núcleo de poder y desarrollo; la consecuencia fue el conflicto de medio siglo con las Farc, parte de la guerra de la coca durante las últimas tres décadas. Ahora los retos de la globalización obligan a buscar espacios para el desarrollo concertado. Al igual que en el caso de Venezuela, las diferencias de historia, cultura y valores prevalentes entre Colombia y Ecuador son asunto menor. Para ambos países sería muy acertado un proceso de pleno de integración política.
Ecuador no tiene los problemas de ordenamiento que enfrenta Venezuela. Sería más fácil, por consiguiente, hacer el esfuerzo a que la integración con Venezuela, y un buen punto de partida para construir en la suma de los dos territorios instituciones eficientes, sólidas y al tiempo capaces de adaptarse a los cambios del mundo contemporáneo, que obligan al ajuste permanente. La revisión de oportunidades y amenazas que deberá hacer el nuevo gobierno llevará a entender que el sueño bolivariano es necesario pero requiere un sistema político sostenible. La orientación efectiva a los dos océanos con articulación efectiva y sin obstáculos fronterizos sería la plataforma para el desarrollo de un país con 65 millones de personas.