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Analistas 31/03/2017

Justicia y equidad

Analista LR
La República Más
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Si usted es un profesional reconocido, quizás se sienta muy orgulloso de sus logros, de su disciplina y de haber trabajado muy fuerte para estar donde está. Por tanto, se considera muy inteligente y capaz. Puede incluso haber concluido lo que dicen muchos: “a mí nadie me ha regalado nada”. No se engañe. A toda persona exitosa en este país le han obsequiado bastante.  No busco demeritar a nadie, por el contrario, pretendo resaltar una realidad: ser exitoso no se debe únicamente al hecho de tener potencial, sino además a la posibilidad de tener oportunidades para que se pueda aprovechar. 

Hace algunos años, en un artículo muy comentado del NYT, el filósofo Peter Singer mencionó unas declaraciones de Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo y reconocido por haberse hecho solo, donde afirma “si me hubieran tirado en la mitad de Bangladesh o Perú se darían cuenta cuánto podría producir este talento en la tierra equivocada”.

Fácilmente pudo haber dicho “Colombia” en vez de Perú. Es más, las cifras de desigualdad, y por ende de falta de oportunidades, son incluso peores aquí. El coeficiente Gini  -el cual mide el grado de concentración de la riqueza de una nación- en nuestro caso es de 0,522 mientras que en Perú es de 0,44. En Noruega y Suecia es de aproximadamente 0,27.

Vivimos en un país injusto, con pocas oportunidades para la mayoría y una fuerte acumulación del ingreso. Si está leyendo este artículo publicado en un diario económico especializado dirigido a un público de alto nivel de educación, lo más probable es que usted tenga mucha suerte. Qué tal si, como bien reflexiona Buffett, ¿usted hubiera nacido en una ranchería en La Guajira? Seguramente no hubiera logrado lo mismo.

Todos los afortunados le debemos gran parte de nuestros triunfos al entorno social en el que nacimos. El Nobel de economía Herbert Simon señaló que el capital social es “conocimiento acumulado como la tecnología, al igual que las capacidades tanto organizacionales como gubernamentales y las relaciones sociales privilegiadas”, y es responsable de 90% de la riqueza que genera un país desarrollado.

Las implicaciones de este estudio son profundas. Si se cuantifica, se podría concluir que una persona que gane $10 millones mensuales, solo uno se debe a su esfuerzo, disciplina y características internas, y nueve a las circunstancias con las que se encontró, sin ningún mérito propio. 

Simon solo habla de naciones ricas. Aunque es difícil predecir esta tasa en un país en vías de desarrollo como el nuestro, esta debe ser extremadamente alta. 

La mayoría de personas reconoce que su lugar de nacimiento fue importante para determinar su alcance en la vida. No obstante, creo que pocos aceptarían que este factor pese tanto. La realidad es que admitir que nuestros éxitos no se deben a nosotros exclusivamente sino al medio social, conduce a una conclusión determinante: tenemos una responsabilidad moral de llevar ese porcentaje lo más cercano a cero. Es decir, cuando el entorno no sea definitivo para nuestros logros, llegaremos a la meta de igualdad de oportunidades. En ese momento todos, dependiendo del empuje y disciplina que tengamos, iremos tan lejos como nos esforcemos. 

Para eso se requiere una fuerte redistribución de recursos que sean utilizados eficientemente por el Estado para crear un escenario justo donde todos podamos competir. Y esta, que quede claro, se debe a que la sociedad es responsable en gran parte de habernos regalado lo que hoy consideramos que nos pertenece. Es responsabilidad de todos que exista justicia en este país.

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