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Analistas 18/03/2014

Sistema electoral, el rostro marchito de la democracia

Eduardo Verano de la Rosa
Gobernador del Atlántico
La República Más
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La transparencia y la igualdad en el trato a los candidatos que se postulan a cargos de elección popular, por parte de las autoridades electorales y del sistema electoral, posibilitan un gobierno legitimado. Si un sistema electoral no garantiza un debate limpio y trato decente e igualitario, no es posible la democracia sino su caricatura.

Norberto Bobbio, acerca del papel de las elecciones en la democracia, dice: “(…) Hans Kelsen, considera que el elemento esencial de la democracia real (no de la ideal, que no existe en ningún lugar), es el método de selección de los dirigentes, o sea, las elecciones”. Allí él nos recuerda la metáfora de un juez de la Suprema Corte de los Estados Unidos, en la que refiriéndose a las elecciones, representa la mesa electoral como un templo en el que cada ciudadano es un sacerdote al que se le confía la guarda del arca de la alianza y se oficia desde cada altar particular.

Un sistema electoral en una democracia moderna tiene que contar con un ordenamiento jurídico e institucional en el que los ciudadanos seamos los encargados de la salud y bienestar de la república a través de nuestro voto. Por tanto, el sistema electoral debe garantizar los derechos y las libertades ciudadanas.

La democracia moderna, a diferencia de la antigua y de las que la precedieron,  tiene en las elecciones, el instrumento  mediante el cual la ciudadanía, en un consenso plural y en un ambiente de paz y de tolerancia,  construye el poder político y lo renueva. Las elecciones son la real expresión de la democracia.

Nuestro sistema electoral dista de ser democrático y transparente. Facilita la arbitrariedad y el abuso: Tres tutelas, en tres tribunales distintos que amparan mi derecho a elegir y ser elegido, le han ordenado a la Registraduría garantizar el debido proceso a la recolección de firmas que avalarían mi aspiración presidencial.

La Registraduría, amparada en las grietas que ofrece el sistema electoral, en forma arbitraria y no transparente, excluyó gran parte de las firmas basándose en argumentos plenamente desvirtuados por nuestro equipo técnico. Con esta actuación, este organismo del poder central, impidió el derecho a elegir el candidato de su predilección a un grupo de ciudadanos.

Trataré  que la Corte Constitucional seleccione una de las tutelas que conceden el amparo al Debido Proceso a mi candidatura presidencial. Espero que la Corte Constitucional se pronuncie acerca de la necesidad de reglamentar la ley estatutaria en lo relativo al derecho fundamental a elegir y ser elegido, ley que no existe en la actualidad.  Se requiere esta ley con suma urgencia. 

Este sistema electoral, diseñado para la exclusión y no para garantizar la participación política y el derecho a la representación, es el responsable de la altísima corrupción de las elecciones parlamentarias y la compra de votos que los únicos que no los ven son las autoridades estatales. La abstención altísima, el voto en blanco y la corrupción encuentran respaldo en este sistema electoral.

Así mismo, el sistema electoral que promueve la corrupción, el clientelismo y la exclusión ciudadana, es hijo de un modelo de Estado centralista que se aleja de la ciudadanía y fomenta, con los cupos indicativos presupuestales,  estas prácticas entre los parlamentarios. La responsabilidad de la corrupción electoral y el clientelismo está en el modelo de estado centralista.

Para superar el clientelismo, la corrupción, el abstencionismo y el voto en blanco no se requiere que el voto sea obligatorio. Lo que se necesita es transformar el modelo de Estado al pasar de un Estado centralista a uno con autonomías regionales. Se requiere de una convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. El voto obligatorio en estas condiciones abaratará la compra de votos,  no reforzará la democracia.

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