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Analistas 25/09/2018

Desculturización

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales
La República Más

Desde López de Mesa y más recientemente Eduardo Serrano, pasando William Ospina, de una forma u otra han tratado de encontrar los elementos que nos cohesionan como Nación; nuestra identidad como colombianos.

Buscando en las raíces hispánicas y mestizas han pretendido explicar nuestra cultura, diría yo sin mucho éxito, ya que, en lo personal, no logro identificar cuáles son los elementos que nos identifican como nación, como pueblo, más allá de la camiseta de la selección, los pedalazos de Nairo y los saltos de Caterine Ibargüen.

Existen importantes manifestaciones culturales regionales que identifican los pueblos de ciertos rincones de la patria y con los cuales los demás colombianos, a fuerza de costumbre, nos vamos sintiendo identificados.

El sombrero vueltiado, el vallenato, la cumbia y la ruana, sumado a algún sancocho o arepa son algunas de manifestaciones “colombianisimas” que nos hacen patriotas. También la cinematografía nacional en tono de burla con cintas como El Paseo han querido mostrar ¿Cómo somos los colombianos?, haciendo una caricatura del ramplón, imprudente y el mal gusto.

Historiadores serios y sociólogos dedicados también a su manera mediante el análisis juicioso del acontecer de nuestro pasado y el análisis de los episodios de violencia han tratado de explicar nuestra racionalidad.

Enumerarlos sería una larga lista, más ahora que con ocasión del proceso de paz revisamos, criticamos o justificamos nuestra descuadernada Nación.

Somos una Nación sin migraciones importantes de forma que más allá de nuestra herencia española no es claro que a nuestra identidad se hayan colado elementos culturales de migrantes que ayuden a esa identidad nacional, como sucedió en Argentina con las migraciones italianas y españolas.

Tal vez la única excepción son las migraciones árabes (palestinas y libanesas) que en algunas regiones del país, principalmente en La Costa, han dejado una huella que se manifiesta en algunas expresiones gastronómicas y de comportamiento.

Seguramente es por esa falta de identidad que vamos adoptando con tanto fanatismo las manifestaciones sociales y culturales que nos van llegando de otros lados.

En el pasado se decía que la clase alta en Colombia quería parecerse a los ingleses, la clase media a los gringos y los sectores populares a los mejicanos, hoy por el contrario nos vamos identificando con festividades y costumbres que son bien ajenas.

Nos preparamos para celebrar, con más pasión que cualquier otro país el Halloween. Los almacenes se atiborran de calabazas y brujas para que con disfraces los colombianos de todos los estratos y condiciones salgan masivamente a las calles a este hito de identidad nacional.

Nuestros niños ya no esperan al Niño Dios para que les traiga los regalos en Navidad, con natilla y buñuelos. ¡No! Esperamos a un señor barbado que no se parece a nosotros y que procede del norte de Europa y adornamos nuestras casas con pinos rociados de nieve artificial para creer que estamos en Europa.

En un pasado diciembre se esparcía nieve artificial en un parque del norte de Bogotá. Ahora veo que la prensa destaca la manera como vamos a celebrar esa gran fiesta nacional de la cerveza; ¡el Oktoberfest!, y declaramos nuestro amor en fiesta de San Valentín (¿Quién será este santo?)

No sé si nos estamos desculturizando o si todas estas manifestaciones ocupan el espacio de una cultura inexistente. Seguramente somos muy globales y a lo mejor eso esta O.K you now?

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