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Analistas 16/01/2024

Déjà vu

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Todos sabemos que déjà vu vu es una sensación que nos hace pensar que el momento que estamos viviendo ya lo vivimos y esa es la sensación que se tiene frente a los acontecimientos de Ecuador. Quién no recuerda, (y por si acaso se olvida las series de televisión nos lo recuerda) los días aciagos en los que la mafia del narcotráfico le declaró la guerra al país en episodios mucho más sangrientos y contundentes que los que hoy se viven en Ecuador. Magnicidios a diestra y siniestra incluyendo un ministro de Estado, un procurador, varios jueces y tres candidatos a la Presidencia, además de un gran número de periodistas caídos y los cientos de policías víctimas de los planes pistola de la época.

Fue esta una guerra que tuvo como símbolo la extradición de nacionales a los Estados Unidos, pero que en realidad reflejaba el deseo de los narcotraficantes por continuar sus lucrativos negocios al amparo de una justicia débil y demorada que en últimas les garantizaba la impunidad. Las cárceles en Colombia tampoco eran una amenaza, ya que no solo en nuestro país, sino como se está demostrando, también en Venezuela y Ecuador, los centros de reclusión son permisivos, laxos en el control de las actividades que allí se suceden. En últimas un refugio para que los delincuentes puedan seguir sus fechorías a las amplias. La banda transnacional El Tren de Aragua, desde una cárcel en Venezuela y el detonante de la guerra en Ecuador por las actividades de Fito desde una cárcel en Ecuador, así como ahora las extorsiones desde los centros carcelarios en nuestro país y las amenazas de alias Satanás, son clara prueba del papel que juegan las cárceles en nuestra región.

Siendo esto así y a pesar de que se sucedieron algunas extradiciones de narcotraficantes, que ya están de regreso delinquiendo, y algunos dados de baja, la guerra en Colombia no la ganó el Estado y prueba de ello es que vivimos una situación que en el momento en que el Estado quiera poner fin o restricciones a los negocios de los grupos delincuenciales de diferente índole no nos sorprenderá que se desate una confrontación como aquella de nuestro vecino país. Recordemos los paros armados recurrentes que han existido en las diferentes regiones del país, en particular el que sacudió parte de Antioquia ante la tentativa de controlar y regular la minería ilegal de oro.

Se acusa a Rafael Correa de haber hecho un acuerdo con el narcotráfico en el cual el Estado los dejaba a sus anchas y, a cambio, estos no alterarían el curso “normal” de la vida republicana. Mas o menos el mismo acuerdo que existe en México donde el presidente Amlo llama a no combatir las bandas de narcotráfico con balas sino con abrazos. Resultado de esa política, la sociedad y los negocios tanto en Ecuador como en México están dominados por los carteles del narcotráfico. En algunos estados de México el verdadero poder son estas bandas y no el estado federal o las gobernaciones de esos estados. ¿Estamos reproduciendo ese esquema en Colombia?

Camuflado en ropaje político y al amparo de las buenas intenciones de acuerdos de paz, los narcotraficantes han venido ganado terreno y ocupando espacios territoriales y políticos que recuerdan esa época oscura de nuestra historia. Con el crimen desbordado y presente en ciudades, campo y cárceles cabe mirar a nuestro vecino y darnos cuenta de que vamos por el mismo camino que no tiene otro fin que la tragedia que hoy vive nuestro pueblo hermano.

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