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Analistas 17/12/2020

En átomos volando

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

La famosa frase de Ricaurte en San Mateo, es una analogía del panorama político que se avecina en Colombia con miras a las elecciones de 2022. La reorganización del tablero electoral en ambos lados del espectro político está conduciendo a una atomización del poder, la cual puede ser contraproducente para la gobernabilidad del país en épocas poscovid.

Si la centro-derecha no empieza a formar desde ya una gran coalición enfocada en retomar la seguridad y el orden, mejorar la calidad de vida de los colombianos sin caer en la tentación del populismo económico y apoyar al gobierno a contener el malestar y la protesta social en lo que resta de este cuatrienio, habremos labrado el camino para que dos candidatos con ‘tufillo de izquierda’ terminen peleándose la segunda vuelta presidencial.

No es la primera vez que cambia el ajedrez electoral, pero sí en la que la polarización ideológica está tan marcada. A comienzos de este siglo experimentamos algo similar, cuando el país pasó de un sistema bipartidista y surgieron una serie de movimientos políticos encabezados principalmente por representantes de las diferentes facciones del glorioso Partido Liberal.

A pesar de sus diferencias ideológicas, Uribe, Vargas Lleras, Gaviria y Samper, lograron mantener cierta armonía y coherencia política hasta la elección de Santos en 2014. Sin embargo, fue el famoso plebiscito lo que dividió al país.
Sin duda, el proceso de paz cambio el ajedrez electoral y se convirtió -sin querer queriendo- en la amalgama de una alianza de centro-izquierda, que ya en 2018 alcanzaron a oler las mieles del poder en cabeza de un exguerrillero amnistiado del M-19 señalado de corrupción en su paso por el Palacio Liévano.

Irónico que La Habana logró a través del dialogo lo que nunca pudo a través de las armas: convertir a los máximos exponentes del establecimiento criollo en defensores de la causa política de izquierda.

La gravedad del asunto es que la famosa alianza impulsada por Santos, Samper, Cristo y Timochenko -bajo el pretexto de defender el proceso de paz- va lograr que la izquierda se monte en el poder. Y no se vuelva a bajar. Si a esto le sumamos el malabarismo político -y el apetito burocrático- de personajes de la talla de Benedetti, Roy Barreras, Gaviria - Cesar, los Galán y Vargas Lleras, sus posibilidades están cada vez más cerca.

Mientras, el que más clara la tiene es Petro. No se avergüenza de su chavismo fracasado y con su 25% de aprobación, está dispuesto a hacer lo que sea para llegar al poder, como quedó demostrado en los videos que circularon en redes sociales el año pasado.

Por eso -y para no caer en la trampa de sus enemigos- es importante que el presidente Uribe despersonalice la próxima elección y utilice su experiencia y liderazgo para lograr una gran alianza de centro-derecha. Una alianza con diferentes sectores o disidencias de movimientos como Cambio Radical, la U, el Partido Liberal, el Conservador, los cristianos, y con líderes gremiales y empresariales, que ven con preocupación el futuro del país.

Hay que presentar una alternativa que, sin temor o vergüenza, represente la ley y el orden, la empresa y la propiedad privada, y el empleo y el bienestar económico de la gente a través de un capitalismo responsable.

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