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ALTA GERENCIA

Nunca logrará ir a la Universidad de Harvard aunque pueda pagarlo

martes, 16 de junio de 2015
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Desde que en el siglo XVII los estadounidenses importaran el modelo Oxbridge (de Oxford y Cambridge), una elite prepara a sus chicos desde pequeños en los mejores colegios para acceder a las principales universidades y, últimamente, a las escuelas de negocios más influyentes. Allí adquieren formación, estilo y un barniz que les capacita para pasar los severos filtros y los sistemas de selección.

Cristina Olabarría, directora de admisiones de Esade, recuerda que “este tipo de alumnos tienen muy claro cuál ha de ser su recorrido académico, y se marcan hitos académicos desde muy jóvenes”.

Al final, va a ser cierto que el dinero (solo el dinero) no da la felicidad. Ni siquiera la profesional. Es evidente que ayuda a conseguir muchas cosas, pero en el caso de quien pretende entrar en una universidad excelente, en una escuela de negocios selecta, o que quiera acceder a un programa exclusivo (y carísimo), el poder económico es papel mojado frente a un argumento definitivo: cualquiera de esas instituciones de prestigio internacional busca, en primer lugar, captar a los mejores. No a los más ricos ni a los que cuenten con altas recomendaciones.

Carlos Cavallé, exdirector general de Iese Business School, explica que “las grandes instituciones como Harvard o el MIT van cada año a por los 25.000 candidatos más listos y mejor preparados del mundo. Miran eso antes que nada, y muchas de esas instituciones usan test de admisión como el Gmat”, una prueba estándar que mide los conocimientos del futuro alumno en matemáticas, lengua y escritura analítica  a través de internet.

Cavallé, que ha sido presidente del Gmat, añade que “todas las grandes escuelas se ponen como meta este primer requisito: que el promedio para entrar sea muy alto. Así saben que se están llevando el segmento superior de candidatos que las principales instituciones desean captar. Y esto ofrece un primer filtro”.

Estos sistemas de selección de alumnos tan afinados cuentan con algunos otros filtros. Cavallé sugiere que a una universidad como Harvard pueden llegar otros 3.500 candidatos, con más o menos poder adquisitivo. “En este caso, se entrevista a toda esta gente. Ya no se busca a los más listos, porque a esos ya los tienen. Ahora van a por los que demuestran más confianza en ellos mismos y miran si esos perfiles encajan en los diferentes grupos”.

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