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La toma de decisiones es una de las más importantes y difíciles tareas que enfrenta a diario todo gerente en una empresa, pues de la efectividad y oportunidad con que se tomen las determinaciones que requiere la compañía, depende su avance, crecimiento y permanencia en el mercado.
Una persona aprende a tomar decisiones en la medida en que, a lo largo de la vida, se enfrente a situaciones en las que se vea forzado a escoger entre 2 o más alternativas distintas. Cuando se es joven, se es arriesgado y se decide con rapidez, pero en la medida en que pasan los años, los individuos tienden a ser más cautos y deciden teniendo en consideración un mayor número de factores. Si desde las primeras etapas de la vida laboral, a los colaboradores se les anima a tomar decisiones y se les da un margen adecuado para equivocarse, la empresa estará formando directivos con capacidad decisoria.
Quien solo empieza a tomar decisiones en una etapa ya avanzada de la vida, por lo general se torna temeroso y pospone las determinaciones, desacelerando la dinámica de la empresa. De acuerdo con este planteamiento, el primer error que comenten las empresas, en la formación de sus cuadros de reemplazos, es concentrar el poder decisorio en solo una o dos personas, pues releva a las demás de la trascendental responsabilidad de decidir y asumir las consecuencias de las determinaciones adoptadas, porque a decidir, solo se aprende decidiendo. Aquí otros errores frecuentes:
Decidir sin tener la información suficiente
Para tener certeza de que la decisión que se está adoptando es la más adecuada, es necesario recaudar la mayor cantidad de información posible. La premura del tiempo o una excesiva confianza en la intuición, pueden llevar a un gerente a obviar el análisis de la información disponible o decidir sin contar con el soporte suficiente en datos y cifras, arriesgándose a tomar determinaciones que puedan resultar inconveniente para la organización.
No escuchar a los colaboradores
Antes de decidir, es importante dejarse asesorar y escuchar las opiniones de expertos y colaboradores, manteniendo la objetividad, especialmente cuando se exponen argumentos contrarios a los propios. Casarse desde un primer momento con una determinada alternativa, desestimar sin análisis otras propuestas o volverse “sordo y ciego” ante las señales de peligro que emiten los empleados más cercanos, puede llevar a un gerente a cometer serios errores.
Tomar la opción más obvia
El camino más fácil siempre será el de decidirse por la alternativa más lógica, dejando de lado la exploración de otras opciones más arriesgadas e innovadoras, que pudieran generar mejores resultados. Por eso, es importante analizar con mente positiva, cada una de las alternativas propuestas e ir descartando las que definitivamente no son viables, hasta llegar a la solución o alternativa más adecuada.
Tomar decisiones en caliente
La presión, la ansiedad, el enfado y la ira, nunca serán buenos consejeros a la hora de decidir; por lo general quienes toman determinaciones dominados por estos estados de ánimo, cometen costosos errores, cuyas consecuencias típicas son el pago de indemnizaciones, pérdidas de mercado, malas inversiones y la pérdida de imagen personal, entre otras. Por lo general una mala decisión tomada en calienta, lleva a la persona a tener que aceptar el error y posteriormente a tener que ofrecer disculpas.
Adoptar posturas inamovibles
Cuando un gerente, en compañía de su equipo, estudia las diferentes alternativas de solución a un determinado problema, es importante no perder de vista que el objetivo que se persigue es el desarrollo, crecimiento y buen funcionamiento de la empresa, para así poder dejar de lado intereses personales, el deseo de sobresalir o de que se adopte una propuesta propia, cuando existen mejores alternativas. La objetividad y el desprendimiento son básicos para poder tomar la decisión correcta.
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