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El sueño de ir al Mundial comenzó en un Bembé en el centro de Bogotá

martes, 10 de septiembre de 2013
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Rainiero Patiño

Lejos de la caliente Barranquilla, histórica casa de la Selección. A más de 984 kilómetros del ‘Metro’, ese armatoste de concreto del popular barrio La Ciudadela, donde se han escrito la mayoría de logros futbolísticos de Colombia.

En una calle empinada y fría del tradicional barrio La Macarena, en la capital del país, está Bembé. Allí, entre timbales de salsa, vinos y aguardientes, empezó realmente el sueño mundialista colombiano de estar en Brasil 2014.

Un tigre de bengala da la bienvenida. Una escalera circular conduce al salón principal, el único. 20 mesas forman una media luna, coronada por la figura de un gorila. Detrás de él, un acetato del álbum original ‘Echao Pa’ lante’ del Joe Arroyo completa la rítmica decoración de la pared. Nada evoca al fútbol, pues ni siquiera el tigre se parece a Falcao. Pero aquí, el nombre de Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez es pronunciado muchas veces cada noche.

En ese ambiente salsero, como había pasado en otras noches gloriosas de la patria, el destino conspiró. Como en aquel 25 de septiembre de 1828, en que una decidida Manuelita Sanz salvó a Simón Bolívar de ser asesinado por intelectuales granadinos, la mujer volvió a tener un rol determinante en el futuro del país. Esta vez en condiciones reprochables, pero no por eso menos importantes.

Antes del suceso en Bembé, de un idilio llamado Pekermán o del delirio felino por Falcao, la Selección Colombia tenía un panorama poco alentador. Años de desaciertos pasaron factura en tres eliminatorias frustradas. Por eso quedará en la historia la noche del sábado 6 de agosto de 2011, cuando Bolillo discutió con su compañera de rumba en la esquina de la carrera sexta con calle 27B, y varios testigos denunciaron que la golpeó. Muchos lo señalan como la luz que aclaró el camino de la clasificación al Mundial.

Un espontáneo cuidador de carros fue la prueba reina de los noticieros. Dijo que vio al técnico alterado, como si el espíritu del tigre y el King Kong del bar se hubiesen apoderado de él. “La combinación fue lo que me hizo mal, perdí por momentos el control. No me acuerdo qué hice, de nada, nunca le había levantado la mano a una mujer”, dijo arrepentido y conmovido Gómez. Se convirtió en presa fresca para el escarnio público. El hecho era inadmisible. Las organizaciones feministas se indignaron, con justa razón.

Gómez volvía a dirigir la Selección después de un paso como entrenador de Ecuador que daba fe de su calidad humana. Pero esa noche la combinación entre copas, ‘guaros’ y el estrés acumulado por el trabajo le hicieron una mala jugada, un error que cambió todo. “Tomé vino, tomé aguardiente. Y me habían recetado unas pastillas para un síndrome de pánico”, dijo en su primera entrevista pública, meses después.

Bembé pertenece a Bartist, empresa de la cual son socios los jóvenes empresarios Sebastián Millán y Carlos Alberto Pérez, que también son dueños del bar La Destilería y ofrecen servicios de catering y bebidas para eventos. El lugar fue premiado por la revista de turismo Condé Nast Traveler como el segundo mejor nuevo bar del mundo en 2012. Es una evocación de Cuba, una mezcla de discoteca, buena comida Caribe y tragos a ritmo de clave.

El sitio es visitado por gente del espectáculo, incluso por famosos cantantes salseros. “Este es un ambiente para gente exclusiva, por eso cuando pasó lo del Bolillo ya veníamos arrancando bien. Lo que no puedo negar es que eso le metió un acelerador al reconocimiento del lugar”, dice hoy Millán.

El nombre y el rostro de la compañera de Bolillo esa noche siguen siendo un misterio. Igual que los móviles de la discusión, enigmas que cada quién contará a su manera con el paso del tiempo.

Muchos pidieron la cabeza del técnico paisa, o al menos su cargo.

Bolillo, consternado y como lección de responsabilidad, decidió dar un paso al costado. En la mañana del martes 9 de agosto presentó su carta de renuncia. Como en el atentado contra Bolívar, en la era postBolillo el país también vivió momentos de inestabilidad. Circularon versiones extraoficiales de los posibles reemplazos del caudillo que había llevado a Colombia a Francia 98. La lista la encabezaba Gerardo ‘el Tata’, quien dejaría la conducción de Paraguay.

Finalmente a Leonel Álvarez, asistente de Bolillo, le tocó asumir la indecisión de los dirigentes y la batuta de un grupo que parecía predestinado a la derrota. Su comienzo fue soñado en partidos amistosos frente Jamaica y Honduras; rivales sin suficiente palmarés, pero triunfos al fin. Debutó en las eliminatorias con victoria frente a Bolivia en la altura de La Paz. Luego la presión hizo su efecto en las decisiones de Leonel. Un empate con Venezuela y una derrota con Argentina, en la segunda y tercera fecha, hicieron que la Federación concluyera el contrato con el joven técnico.

En diciembre de 2011 acabó el fugaz ciclo de Leonel al frente de la Selección. “El Comité Ejecutivo de forma unánime define cambiar el rumbo y hacer correctivos”, declaró entonces Luis Bedoya, presidente de la entidad. De esa forma, después de tener dos técnicos, el combinado patrio terminaba el año con un futuro incierto y con su silla principal vacía.

Colombia era sexta en la tabla de posiciones, y reinaba el pesimismo. Desde la propia Presidencia de la República se pidió un técnico extranjero. Nunca antes una crisis trajo tantas oportunidades ni una tragedia unió tanto, menos por una noche de malas copas y violencia. Surgió el nombre del argentino José Néstor Pékerman que firmó el 5 de enero de 2012. La historia ya todos la saben: con casi los mismos jugadores que Bolillo y Leonel logró cambiar el sentir de un país. De unas eliminatorias inciertas se pasó a pelear el liderato con Argentina.

Los resultados han sorprendido hasta al más optimista que pensaba en un proceso a mediano plazo, quizá con opciones de clasificar a Rusia 2018. El secreto del argentino, dicen los especialistas, está más en el trabajo mental que otra cosa. Eso sumado al mejor momento de jugadores como Falcao y Teófilo Gutiérrez, hicieron que el país se uniera en torno al equipo, venciendo incluso el cáncer eterno de los regionalismos.

Con Bolillo las cosas pudieron ser diferentes, quizá también clasificaríamos, como cree un buen número de cronistas deportivos. Y es cierto, Bembé como el Palacio de San Carlos, Manuelita o la mujer de rostro anónimo, fueron simples circunstancias. Lo que no se puede negar es que en ese bar se empezó a escribir un sueño llamado Brasil 2014; una serie de eventos desafortunados que culminó en la afortunada llegada de Pékerman. Sueño que hoy es más real que nunca, para felicidad de un país donde el fútbol es tan importante como su propia historia; con gente capaz de reír y decir que: “si alguien ve a Pékerman pegándole a su mujer, por favor no lo diga”.

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