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lunes, 9 de febrero de 2015

Este día, disfrazado con intereses medioambientales válidos, se ha convertido en la mejor plataforma para que el Alcalde mayor haga ruedas de prensa desde cualquier bus de Transmilenio, intente acercársele a la ciudadanía o peor aún, socialice planes colectivos a partir de logros individuales de personas que bien han querido lo mejor para la ciudad. ¿Por qué el día sin carro, no es verdaderamente un día Sin ningúncarro? (Llámese bus, taxi, articulado o transporte privado.)

El objeto de este día podría ser verdaderamente válido, si el comercio, la industria, los usuarios y un buen gobierno local impulsaran un día sin carro integral, no a medias, en donde un sector de la industria (sea inscrito o pirata) gane indiscriminadamente a costa de la necesidad de transporte de los habitantes de la ciudad. Planteado como está, se ha puesto a pensar, ¿Cuánto pierde la industria en este día?, cuánto pierden los restaurantes, los centros comerciales, o el mismo usuario?. 

Gustavo Petro, el quinto metatarsiano del día sin carro, acaba de desaprovechar por milésima vez, una oportunidad de desagravio con la ciudad. Este día sin carro, ojalá el último de su penosa administración, hubiera estado plagado de éxito si en su conocida terquedad, hubiera invitado a todos los habitantes de Bogotá a salir en algún medio no contaminante para el medio ambiente.

Él a cambio, fomentó la circulación de buses de más de 30 años de funcionamiento, taxis sin la respectiva revisión tecnicomecanica y carros y volquetas de otras ciudades quienes vinieron a cazar uno que otro pesito de los millones de electores que sufrimos por que pasen rápidamente los 326 días que le restan a esta administración.

Posiblemente por temor, y dándole el beneficio de la duda a Gustavo, él no asumió esa decisión, pensando en que fácilmente podría encontrarse con el Procurador en patineta, la excontralora en vestido de baño, el expresidente Uribe en su muy conocida bermuda naranja piscinera, o el presidente Juan Manuel Santos en aquellos boxers azules escogidos estratégicamente para leer casualmente el periódico en casa de interés prioritario. Gustavo, dándole el beneficio de la duda, prefirió evitar esos encuentros y subirse “desprevenidamente” en un Sitp en donde “casualmente” se encontró con todos los periodistas que cubren “Bogotá” los cuales “imprevistamente” estaban todos a la misma hora y en el mismo bus, yendo por la misma ruta de nuestro evidente Alcalde.

En esta época de fisuras de puentes, roturas de metatarsianos, fracturas de presupuestos, fallas en los cargos públicos, brechas en la salud, la justicia y la movilidad, además de la maduración (haciendo referencia a Nicolás Maduro) de la Alcaldía de Bogotá, no se ve un panorama exacto sobre la contaminación gubernamental a la que estamos sometidos hace más de 12 años. Lo que si se prevé es que la mayoría del electorado sin explicación lógica está dispuesto a someternos a otros 4 años de desaciertos, terquedad e improvisación sino asumimos con responsabilidad y criterio el futuro de una ciudad pisoteada, ultrajada e irrespetada por la ideología que han representado Samuel Moreno, Gustavo Petro y su cofradía de cómplices extravagantes y pintorescos.  

¿En dónde está la Bogotá sin hambre, sin indiferencia y humana que nos han prometido estos últimos gobernantes?. Este es un tema serio, no es un chiste. Bogotá era una de las ciudades con mayor proyección de América latina en la época en que el profesor Mockus llevaba las riendas de su dignidad. 

Hoy tristemente y a partir de relacionistas públicas y casi como una burla, la Alcaldía tiene que comprar estudios y postulaciones para hacer sonar el nombre de su alcalde, el cual pasará a la historia como otro gran desacierto de un electorado acostumbrado a votar en contra del progreso.