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  • David Alejandro Peñuela

martes, 27 de octubre de 2015

Los bogotanos hemos visto caer en cámara lenta lo antes construido por alcaldes representativos. Nuestras malas decisiones desangraron una y otra vez la ciudad por tres periodos y hoy, el alcalde electo, recibe una ciudad destruida y sin plata.

Lo anterior, no sólo obedece a decisiones erróneas de los exgobernantes, sino, en mi sentir, también a factores propiciados por los propios bogotanos. Confundir que Bogotá es una ciudad para todos los colombianos con que, al ser para todos, no se requiere del sentimiento de pertenencia para su sostenimiento ha sido desastroso para la ciudad. Dicho de otra forma, la apertura de puertas para cualquier persona sin importar su origen ha inhibido el amor por la ciudad de nosotros los bogotanos. Somos tantos de tan diferentes orígenes que, a la final, se olvida la raíz. No en vano vemos ediles y concejales de la costa administrando Bogotá.

Y no se trata de excluir a la persona por su origen. Se trata de incluirla en la construcción de la ciudad, una vez nosotros los bogotanos nos apropiemos de nuestra herencia. Debemos ser los propios bogotanos quienes recuperemos nuestra identidad, para compartir de ella a los foráneos que nos quieran acompañar en su construcción.

El desarrollo de la capital no sólo puede depender de la alcaldía mayor. Los alcaldes locales, ediles y los concejales juegan un papel preponderante. Representan el sentir del bogotano en el día a día tanto en barrios, como en localidades. Son quienes sienten, de forma más concreta, determinada parte de la ciudad y quienes pueden propender por la solución de problemáticas específicas. El resultado de la Bogotá de hoy no es sólo la pésima gerencia de Petro, es también la pésima gerencia de alcaldes locales, ediles y  concejales.

En contraste con lo anterior, Medellín nos ha demostrado ser el ejemplo contrario a lo vivido en la capital. Con organización, poca corrupción y, por sobre todo, con sentido de pertenencia, han logrado engranar un sistema de transporte reforzado por el nuevo tranvía, cuestión que la capital ha intentado por décadas. Dudo mucho que tales resultados sean consecuencia del trabajo de una persona que no sea antioqueña, ya que los paisas entienden, con claridad, que su futuro está en sus manos y no en manos de otros. Es admirable el empuje y apropiación por su territorio. Lo dicho, lejos de ser un discurso banal representa un componente indispensable para un buen mandato. Debemos elegir una persona que sienta y le duela la ciudad, no que la regale a los contratistas.

Así, la invitación es a que, en vísperas de un nuevo gobierno, los propios bogotanos recuperemos el sentido de pertenencia desde nuestros barrios y localidades, exijamos a los nuevos gobernantes respeto por la ciudad y asumamos una posición crítica, pero a la vez propositiva, para que, junto al alcalde mayor, iniciemos un proceso de cambio.

Tenemos que entender que aun cuando el alcalde represente nuestras necesidades y esté dispuesto a suplirlas -si es el caso-, somos nosotros mismos los que tenemos que vestir la camiseta de la ciudad.  Debemos construir la ciudad desde lo específico hacia lo general, empoderándonos cada uno de nuestro espacio exigiendo resultados a los gobernantes. 

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