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lunes, 13 de agosto de 2012

No era un domingo cualquiera, era el día previo a mi estreno en la república independiente del semáforo, tenia nervios, ansiedad y sobre todo una preocupación.

¿Qué ropa voy a usar en mi primer día? Revisando mi escaso guarda ropa aumentaba esa preocupación, entonces reflexioné: ¿Será bueno lucir como ese abogado que representa al pastorcito mentiroso? Me recriminé aireado: No, carezco de esa elegancia que lo caracteriza, mejor ser yo mismo; desenfundé un vestido de diseñador, diseñador de San Victorino, el mismo que viste a Suso, le sacudí el polvo y lo dejé listo para mi primer día. Tenía preparado todo, mi carrito de balineras lleno de códigos y lo más importante un discurso de 30 segundos para convencer a mi potencial mercado de la necesidad de una asesoría.

Al llegar a mi nuevo lugar de trabajo, me encontré que compartía espacio con dos personas más, uno es un joven malabarista de 19 años, cada cambio de semáforo es su audición como el mismo dice; algunos espectadores son más benévolos que otros y al mejor estilo de Manolo Cardona le dan un sí con algunas monedas, el otro compañero, es un niño de 12 años que vende cigarrillos, en él se ve una gran frustración, algo tímido me saludo y se hizo a un lado, me causo gran curiosidad este niño, me dije: debo hablar con él, así por hoy no venda una sola asesoría, al fin y al cabo el teléfono lo desconectan después de dos facturas vencidas, que la empresa espere el pago otro día, por que para mi primer día tengo una misión, conocer su historia. Su nombre es Edwin, le pregunté por su vida, para mi sorpresa tenía una forma de hablar especial, no como los filósofos del puro centro democrático, no, hablaba con mucha fluidez y entusiasmo de escritores que en mi vida había oído si quiera nombrar, pero aceptémoslo cómo iba a saber de lo que hablaba si el libro más extenso que he leído es el libro gordo de petete; le conmine a decirme en dónde había aprendido tantas cosas, su respuesta fue triste y escueta, había sido calificado a los 8 años con un coeficiente intelectual superior, pero como sus padres carecen de recursos económicos no pudo ingresar a una institución propia para este tipo de jóvenes, por lo que su único refugio es el auto aprendizaje, le dije: pero el Estado otorga becas e incentivos para la educación, por qué no calificar para una beca o algo parecido. Con la mirada baja me respondió: ese es el deber ser, el ser es otro, en este país solo hay oportunidades en la guerra, la inversión en educación no es una prioridad, en ese momento y parafraseando un poco este gran filosofo antioqueño, se me cruzó un pensamiento: ¿será que nuestro Presidente piensa que invertir en educación es como perfumar un bollo? Pues si no es así, que lo lleven a la casa estudio de Protagonistas de Nuestra Tele, por que realmente sabe actuar.

Edwin me dice: mire Doctor, que dura comparación pensé, pero me dije, es solo un niño no hay porque tomarlo a mal; las cifras no mienten, en Colombia según el proyecto de acuerdo No. 351 de 2009 el 2,5% de la población Colombiana cuenta con capacidades excepcionales, y la oferta pública de este tipo de centros de educación es limitada, por lo que acceder a un espacio es casi que una utopía cuando se carece de recursos económicos, razón por la cual no tengo más salida que vender cigarrillos para ayudar a mis otros cuatro hermanos a lograr lo que yo no he podido, estudiar; país de contrastes pensé, mientras este joven sabe perfectamente leer un proyecto de acuerdo, hay otros que no leen un proyecto de ley y aun así dan su visto bueno.

Abrumado por lo narrado por Edwin reflexioné, ¿será mejor invertir en asientos de primera clase para que nuestro distinguidísimo Vicepresidente no se sienta como un zarrapastroso, que en educación? Pues siendo sinceros creo que no, aunque el mono se vista de seda, mono se queda dice la querida filosofa del hogar, mi mamá. ¿Será que en Colombia desestiman la inversión privada en cultura y educación? Me respondí: por supuesto, no vieron como le aguaron la fiesta a ?fritanga?, toda una manifestación de ocho días de cultura colombiana, injusto que hagan eso con este prohombre, y para colmo de males le niegan un traguito que se quería tomar por última vez con sus amigos, indolentes con la cultura, al exilio deberían mandarlos.

Emberracado por la situación de Edwin y por haber creído que ese hombre de pantalones amarillos iba a ser un revolucionario como su nuevo mejor amigo, me dije, no me podré dedicar a vender asesorías jurídicas mientras este niño con más capacidad que yo se frustra; por ello decidí dejar la corbata, raparme la cabeza, comprarme una sabana para vestirme de Hare Krishna y apoyar la revolución educativa, de ahora en adelante me declaro un 'mamerto', dejaré a un lado mi sueño capitalista de comprarme un rolex y saldré a mi república independiente del semáforo a protestar por la falta de oportunidades para este y millones de jóvenes.

Guillermo Cáez

Socio Cáez & Cruz Abogados
 

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