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domingo, 29 de julio de 2012

Por estos días algo muy importante está sucediendo en el Departamento del Cauca, un grupo de indígenas SIN ARMAS, invocando su derecho constitucional a la autonomía y a la paz, ha planteado la necesidad de que los actores directos del conflicto salgan de su territorio.

Semejante oportunidad para Santos de desmarcarse del anterior gobierno y su fuerte opositor, pues está en un escenario frente a un movimiento pacifista con el cual se puede llegar a acuerdos, sin atentar contra la Constitución y como tal de la soberanía nacional.

Es este un proceso de resistencia cultural y territorial que viene desde el descubrimiento de América, tal como lo expresa Alfredo Molano, cuando dice que los resguardos se crearon para mitigar litigios entre encomendadores e indígenas, pero después de la independencia los terratenientes cargaron contra ellos hasta casi extinguirlos.

El presidente puede ceder al chantaje de la “mano negra” y ensangrentar al Cauca y ponerse en una difícil situación frente a la comunidad internacional o aceptar que esta confrontación nativa dé la oportunidad para que los cabildos medien entre el Ejército y la guerrilla.

Así concluye Molano, que esta encrucijada se desamarra por donde se amarra:

por el Cauca, el nudo de la guerra; la lucha de los indios Nasasno es contra el gobierno, su grito es contra la guerra que no los deja vivir en paz, lo que piden es lo que gritan los jóvenes civilizados del mundo, que se silencien los fusiles en sus territorios ancestrales.

Por eso recalco que sería un grave error del Presidente, que movido por la mal informada opinión pública urbana, que solo sabe de la guerra por la televisión, sentada cómodamente frente a sus pantallas, opte por perseguir y criminalizar a los indígenas.

Catalina Ruiz Navarro expresaba en estos días la mala opinión que tiene el ciudadano colombiano de nuestros orígenes, pues un indio es un insulto y “mona” un cumplido.

Los paeces tienen toda la razón para estar furiosos con un estado que nunca les ha dado garantías sociales y cuya presencia ha sido sobre todo militar, es natural que desconfíen de un Ejército que no parece estar ahí para cuidarlos a ellos, sino a unas antenas de telefonía celular.

O si no observemos las cifras sobre las muertes de defensores de derechos humanos de los últimos 18 meses, en donde 78 han sido asesinados,  de los cuales 32 eran líderes indígenas, ante este panorama qué confianza en las instituciones pueden tener nuestros ancestrales padres.

Por eso definitivamente las comunidades indígenas no se han desplazado para ayudar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias Farc o al narcotráfico, sino para pedir que sus territorios no sigan siendo escenarios de conflicto, lo cual las convierte en las más directas victimas de ésta.

En Colombia entonces, la guerra y sus empresas criminales no se terminaron observando dicotomías.

No es la fuerza pública contra la insurgencia armada llámese como se llame, o la guerrilla  contra los indígenas, o los indígenas contra el ejército:

Somos como lo afirma Catalina, los colombianos, y sí, somos muchos indios, porque los indios somos todos, o fue que nacimos por generación espontánea?...
 

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