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Analistas 09/08/2022

El país de Petro

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Entre la expectativa y el miedo. Así se mueve Colombia desde el día en que Gustavo Petro se alzó con la victoria. Ahora, cuando su historia en la Casa de Nariño comienza a escribirse, el pulso de sensaciones solo podrá dirimirlo la responsabilidad y mesura de las acciones venideras.

Mientras se especula qué tanta paciencia tendrán los que votaron obnubilados por una avalancha de promesas, quienes le negaron su apoyo desconfiarán de cada paso. Además, una improvisada veeduría ciudadana buscará hacer contrapeso a la potencial permisividad de aquellos simpatizantes que profesan un fanatismo ciego.

El país de Petro, en realidad, dista mucho de la unidad que pretende proyectar, con poco éxito, el acomodado Congreso. Sin embargo, aunque habrá que gobernar en medio de la polarización, los desafíos irán mucho más allá de querer reconciliar una nación en implosión.

Para empezar, hay que mirar la economía. Pese al reciente reporte de inflación de dos dígitos, recibe el mandatario una proyección de crecimiento de 6,3%. Cifra que respalda y sitúa el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la de mejor perspectiva en la región. Muy por encima de México y Perú y casi que cuadruplicando el comportamiento esperado para Chile y Brasil, el diagnóstico es alentador.

Aun con rezagos de la pandemia y un panorama global incierto, atado al bolsillo de los colombianos, surgirá el primer gran reto: ¿honrará el Presidente la positiva tendencia o se decantará, presa del populismo, por decisiones caprichosas y arriesgadas que hagan tambalear la dinámica esperada? Sin reñir en el intento, se puede salvaguardar, en aras de mejorar, lo que bien marcha.

También se encuentra el jefe de Estado con la tarea de gobernar para esa mitad de la sociedad que en las urnas desatendió sus propuestas. Que está cansada de padecer las consecuencias de la impunidad y se siente violentada por el vandalismo de los oscuros días del Paro Nacional. Ese, que puso en jaque sus derechos, terminó con territorios vedados y generó cuantiosos destrozos que hoy pagamos entre todos.

Justificar el deseo de liberar a los integrantes de la primera línea, será, entonces, el segundo reto. ¿Se atreverá esta administración a desconocer la independencia de poderes?, ¿ningún acto contrario a las normas de convivencia volverá a tener consecuencias?

Entre tanto, capítulo aparte merece la Fuerza Pública. Asunto sobre el que los colombianos se agruparon en bandos. De un lado, los que desconfían e irrespetan y, del otro, los que descartan generalizar. Producto de los enfrentamientos con la sociedad civil durante el estallido social y el doloroso episodio de los falsos positivos, la estigmatización se abrió camino.

¿Qué postura tomará el comandante en jefe de la Policía y el Ejército?, ¿trabajará por recuperar la credibilidad institucional?, ¿qué tanto pesará en sus decisiones su pasado en la insurgencia? Un puñado adicional de interrogantes imprescindibles para una democracia.

Inician cuatro años disruptivos. Que no se conviertan en revancha. Que el poder no se transforme en autoritarismo ni se repliquen las nefastas experiencias de la izquierda latinoamericana. Por el bien de la República, que se vaya despejando, en positivo, el insano escenario de temores y dudas.

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