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Analistas 02/12/2021

Ground Hog Day

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Se termina 2021 y el ambiente en el país es el mismo que hace cinco años cuando perdió el Sí en el plebiscito -de total polarización-. Un sector culpa a la izquierda de sembrar odio y resentimiento. Otro, acusa a Uribe y a la derecha de generar miedo y de querer regresar el país a la guerra. Los dueños de la moral -parqueados en el centro- acusan a todos, pero no generan pasión, sino exclusión. Y el cartel de periodistas independientes - como el trompo- llevan años girando sobre el mismo eje ensañados en crucificar a Uribe, sin entender que aportan poco al futuro del país.

Y a pesar que muchos quisiéramos un debate diferente en el próximo ciclo electoral, el país sigue inmerso en el guion de la película ‘Ground Hog Day’ - ‘Atrapados en el Tiempo’, donde nos despertamos cada mañana y todo sigue igual.

En el quinto aniversario de la firma del Acuerdo de Paz, el país sigue dividido y no surge un líder con capacidad de revertir esa tendencia. La animadversión entre Santos y Uribe es cada vez mayor. Mientras el primero ha logrado mover todas sus influencias en la rama judicial, los medios de comunicación y los organismos internacionales, para asegurar que Uribe termine tras las rejas, este último caza pelea cada vez que alguien menciona su nombre, sin entender que no puede seguir graduando a cada pendejo de enemigo y dando papaya para terminar como un trofeo en la pared.

Lo único tangible del Acuerdo hoy, es que la JEP resultó ser un tribunal de impunidad para las cabecillas de las Farc, a pesar que sus defensores decían lo contrario. Mientras las victimas siguen sin ver un gramo de verdad, justicia y reparación, los líderes de las Farc terminaron en el Congreso sin responder por sus crímenes. La Comisión de la Verdad resultó ser otra farsa. Los testimonios de los expresidentes parecieron un libreto de Sábados Felices. Ninguno aportó nada sustancial o novedoso sobre el conflicto. Lo triste es que después de una inversión de tiempo y dinero tan grande en estas nuevas instituciones y de haber vendido tanta expectativa, seguimos enranchados en encontrar culpables. Al final, los únicos que terminarán respondiendo serán aquellos militares, políticos y empresarios, seleccionados por unos pocos para cargar la culpa de un conflicto de más de 50 años.

Y mientras Santos se pavonea por el mundo alardeando de su nobel y utilizando sus influencias para lograr que las Farc sean excluidas del listado de organizaciones terroristas, en Colombia el narcotráfico sigue desbordado y la violencia sigue oronda por gran parte del territorio nacional. Pero seamos justos, no todo es culpa de Santos. Duque está a punto de terminar su Gobierno y tampoco ha logrado gran cosa -ni para implementar el proceso ni para hacerlo trizas-.

Por eso, como bien analizaban los negociadores del conflicto israelí-palestino después de más de 30 años de conversaciones infructuosos, el problema fue fijar ‘la paz’ como objetivo, pues termina siendo un concepto muy ambicioso y difícil de lograr.

Dejemos el eufemismo de la paz y trabajemos por construir una sociedad más tolerante que acepte diferencias ideológicas, políticas y económicas, y que la violencia no es el camino para imponer su posición. De pronto así, lograremos una sociedad más justa y podremos ver un nuevo amanecer.

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