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Tribuna Parlamentaria 23/11/2021

Estrés postraumático en Cali

Catalina Ortiz
Analista

Han pasado más de seis meses desde los momentos más álgidos del paro nacional y Cali no se recupera. La ciudad continúa reviviendo el paro, por ejemplo, cada vez que vemos una estación del MIO destruida. Estamos con un constante temor de que se repita y recordamos con horror esos días llenos de zozobra. Tenemos ansiedad permanente y nos mantenemos hipervigilantes a señales de que esa pesadilla vuelva a torpedear la convivencia y el crecimiento de la ciudad.

Le pido disculpas a los psicólogos y psiquiatras por usar el término de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) para describir lo que nos pasa en Cali, pero creo que puede ayudar a explicar por qué se reacciona de manera temerosa a la llegada de la minga y por qué los representantes de la misma suenan tan agresivos. Puede explicar por qué hay tantos reportes de personas que han dejado la ciudad o que están pensando hacerlo y se entiende la reticencia de algunos comercios e industrias de ser más decididos en sus deseos de crecer.

No se puede ignorar que Cali y el Valle del Cauca fueron el epicentro de los disturbios y los bloqueos y el impacto que esto tuvo para la región. A la fecha no hay consenso sobre las cifras de muertos, heridos y desaparecidos durante las protestas que se llevaron a cabo entre abril y julio de 2021, aunque Idepaz estima que fueron cerca de 60 las personas que murieron durante el paro nacional en el Valle.

Esto además del impacto que tuvo para la economía de los ciudadanos y las empresas. De acuerdo con la encuesta Ritmo Empresarial de la Cámara de Comercio de Cali de septiembre, el paro fue más perjudicial que la pandemia para las empresas de Cali de acuerdo con varias métricas, pero en especial en términos de inversión. 4 de cada 5 negocios reportaron que en el primer semestre de 2021 no invirtieron ni en maquinaria ni en ampliación de la capacidad productiva.

El estrés que vivimos en Cali al ver a jóvenes con un ojo perdido, grupos militares y civiles armados en las calles, comercios saqueados y destruidos, estaciones del sistema de transporte masivo y edificios públicos completamente vandalizados tuvieron de un impacto enorme sobre la psiquis de la ciudad. A eso hay que sumarle el miedo de no encontrar alimentos o medicamentos en los supermercados y droguerías y una profunda agresividad entre los “bandos” que se formaron en una ciudad sumida en el caos.

No puedo dejar de reconocer iniciativas como la de Compromiso Valle, a través de la cual los empresarios, empeñados en ser productivos en esta situación, le entregaron más de 40.000 millones de pesos a comedores comunitarios y apoyaron el empleo de los jóvenes. Pero, a pesar de este y otros esfuerzos, el trauma que vivió la ciudad sigue latente.

Los anuncios de marchas y manifestaciones de las últimas semanas han hecho evidente el trauma que nos lleva al miedo y la desesperanza. De pronto podemos tomar aprendizajes del mundo de la psicología y tratar este TEPT en la ciudad. Trabajar por recuperar la autoestima, la confianza y mejorar el diálogo local -una especie de terapia de grupo-, pueden ser buenos caminos.

Es una lastima que el alcalde de Cali tenga tan poca autoridad para liderar la salida de esta crisis. Infortunadamente esa ausencia de liderazgo exacerba el problema. Seguiremos apoyados en iniciativas bien intencionadas cuyo impacto se limita por la falta de una administración local que entienda y trate el problema.

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