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Analistas 04/08/2021

Una utopía realizable

Ernesto-Lucena

Cuando hablamos de una utopía, la primera sensación de quienes nos escuchan es de total escepticismo, porque la consideran como algo imposible e irrealizable. Los hombres siempre han imaginado un mundo mejor y, de ese pensamiento, surgen sueños, esperanzas e ilusiones; nacen las religiones, filosofías e ideologías que son la base de todas las utopías. Siempre se ha creído que todo tiempo pasado fue mejor y debemos iniciar por rechazar ese mito, pues sobran las evidencias que demuestran lo contrario. Hoy, la humanidad está mejor que en cualquier época de la historia. Pensemos en los privilegios que tenemos en la actualidad: la salud (a pesar de la pandemia que nos azota), la alimentación, vivienda, agua potable, recreación, transporte, tecnología comunicaciones, cultura, educación etc. Todo el bienestar que se ha obtenido hace que estemos viviendo un mundo mejor.

Este es el mundo del progreso y la abundancia, pero también debemos señalar los avances de las libertades, los derechos humanos y la democracia. Nunca en la historia de la humanidad se había conocido este prodigioso avance que se resume en haber logrado la mayor dignidad del hombre y la mujer. Todo, gracias a la Utopía de la Ilustración, concebida antes de la Revolución Francesa y forjada a partir de 1789. Nos aportó el maravilloso legado de la libertad, igualdad y fraternidad por el que seguimos luchando. Fue una Utopía realizable y realizada, pero ¿hasta dónde? Ninguna utopía se logra realizar al cien por cien, pues cuenta necesariamente con la imperfectibilidad de los hombres al intentar ponerla en práctica. El papel que cumple la utopía es el de jalonar y buscar metas que, por inalcanzables o imposibles que parezcan, no se interpongan y den vía libre para hacerlo posible.

Hoy, estamos huérfanos de utopías. Considero llegado el momento, no de pensar en una nueva utopía, sino de repensar la Utopía de la ilustración que tantos beneficios nos ha dado, pero que está cansada y sufriendo grandes desajustes atribuibles al comportamiento humano, relaciones con el ecosistema y relaciones de producción y tecnología del mundo digital. Esto ha traído hábitos y costumbres que a su vez han hecho cambiar nuestra mente. Repensar y reimaginar esta utopía, partiendo de los mismos postulados de Libertad, Igualdad y Fraternidad y con ellos, imaginar unas nuevas formas democráticas eficientes, para hacer que este mundo del progreso y la abundancia sea más justo y equitativo. De lo contrario, volveremos a formas semifeudales y autoritarias que, convertirán esa bella utopía en una triste distopía de un futuro fallido. Por eso, tenemos que contener el resurgimiento de las distopías marxista y fascista, que pretenden renacer como alternativas a la utopía demo liberal, que es la triunfante hoy en día. El capitalismo, que hace parte de esa utopía, también tiene que repensarse integralmente en sus ejes de la propiedad privada, libre empresa y economía de mercado. Aceptemos que están en crisis, y esta es la oportunidad para un gran cambio con sentido humanista, en que el hombre no sea esclavo de las instituciones y las cosas, sino que estén a su servicio.

Se ha perdido su rumbo. El hombre está alienado por el egoísmo, el consumo y la tecnología. Ha caído en un vacío existencial, en el nihilismo, la nada. Hay que retomar el rumbo del hombre libre, fraternal y en igualdad de oportunidades Hacer la gran revolución educativa con énfasis en la cultura, las artes, el deporte, las ciencias naturales, que se traduzca en emociones que nos den una nueva identidad cultural, por medio del amor, la compasión, la solidaridad, cooperación, el respeto por el otro, la empatía y que nos lleve a mirarnos de otra manera como seres.

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