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Analistas 03/08/2021

¿En casa de pobre?

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking
Adriana-Gutiérrez-Ramírez

“La salvación del medio ambiente está en manos de los pobres, pues solo los pobres saben reciclar”. De esta manera concluía un meme que me compartieron hace poco en el que se listaba una serie de prácticas a todas luces sostenibles en los hogares que carecen de recursos económicos. Situación que me puso a pensar bastante en si las acciones de reciclaje, hoy en día, son impulsadas por la falta de recursos económicos o, por el contrario, por un tema cultural. También, si se hace desde la carencia o desde la consciencia, ¡Tremenda diferencia!

Son muchos los procesos que se deben articular para lograr que sea un acto de consciencia plena independientemente de la clase social. Existen los ODS (Objetivos de desarrollo sostenible), la educación, los ambientalistas, los animalistas, los marketeros sostenibles, las organizaciones, un gobierno carente de regulaciones, evidentemente mucha pobreza económica y la más grave de todas, las pobrezas la “mental” en este sentido. Se empieza a vislumbrar cambios en los comportamientos del consumidor pospandemia, y eso nos muestra una luz al final del túnel.

Establecer un punto de encuentro entre las buenas prácticas de las familias más carentes y la conciencia y educación de la que se precian otros sectores sociales en nuestro país, será el gran reto para que el aporte tenga un impacto realmente importante para la sostenibilidad ambiental.

Y para no dejarlos sin algunos ejemplos de ese gracioso meme, cierro esta columna recordando que donde muere una toalla nace un trapo de cocina, donde muere una mermelada nace un vaso para completar la vajilla, donde muere una bolsa de supermercado nace una bolsa para la basura o hasta un gorro para ducha. Suena chistoso, pero más que un eso es una invitación a alargar el ciclo de vida de las cosas, dejar de apoyar los consumos “Fast”, a tratar de usar con inteligencia las tres erres de la economía circular: reducir, reutilizar y por última opción reciclar.

Ojalá en ese mismo orden, y a toda costa evitar caer en la funesta práctica de la obsolescencia programada. Una lección de los hogares “pobres” que llevado a un nivel de consciencia nos hace actuar como una nación donde se cuenta con una cultura sostenible.

Sin duda, en esto de establecer una cultura de sostenibilidad los profesionales que nos dedicamos al marketing, a las comunicaciones y afines, tenemos una cuota muy grande que aportar. Recordar que nuestro papel en el mundo organizacional no es otro que orientar y mantener mercados nos traza una responsabilidad ineludible sin estratos sociales y con un enfoque socio ambiental importante.

Acciones mercadológicas simples, pero que muevan fibras; simples, pero que eduquen; simples, pero que vayan más allá de vender: simples, pero que enseñen a nuestros consumidores a “consumir” de manera circular y sostenible. Esa es nuestra misión como profesionales, nuestra misión como emprendedores, nuestra misión como seres humanos que trabajan por un planeta mucho mejor.

Seth Godin en su libro “Esto es Marketing”, nos invita a los que estamos en mercadeo a hacer de él un motor de cambio, motor de cambio que cada vez sea más fuerte para que el mundo en que vivimos sea y lo dejemos mejor que como lo encontramos, y para hacerlo hay que tener “mente circular y sostenible”.

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