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Tribuna Universitaria 09/04/2021

Un problema estético

Augusto Garrido
Docente de Ingeniería Civil
Analista LR

Ser profesor de un centennial no es tarea fácil y, aunque las generalizaciones no son buenas, me he propuesto deducir algunas características comunes entre los jóvenes de esta generación para buscar modos de potenciar sus procesos de aprendizaje. No todo en ellos es negativo, al contrario, hoy más que nunca se puede vislumbrar un futuro prometedor por el talento y creatividad de los jóvenes, pero todo esto se puede ver opacado si no echamos un vistazo a sus debilidades para buscar soluciones.

La primera característica que sale a la luz es su fragilidad: no saben abordar un fracaso; han crecido pensando que comiendo “Zucaritas” se convertirán en un “tigre”. No obstante, tras una coraza de aparente independencia, suele esconderse individuos vulnerables. Son tan frágiles como un copo de nieve (así se les conoce en el mundo anglosajón), quizá una imagen más tropical para describirlos podría ser la generación guanábana: ¿Han visto como cae una guanábana madura del árbol?

El mito de Narciso parece adecuado para describir una segunda característica de esta generación. Pueden gastar todo su día retocando una imagen, pasándola por filtros, para compartirla en la red social de moda. En este proceso su imagen se ve distorsionada, muriendo un poco como Narciso frente a su propio reflejo.

La tercera característica está relacionada con la desaparición de las fronteras. Tienen una sana preocupación por lo global. Sin embargo, esto hace que sean muy dispersos, pues el que mucho abarca, poco aprieta.

¿Qué hacer entonces con los centennials? En la distopía “Un Mundo Feliz”, Huxley plantea un futuro donde los niños son formados bajo un rígido sistema encaminado a fomentar las costumbres consumistas que garanticen el equilibrio del sistema imperante. Para ello son encerrados en estancias repletas de libros y flores. Tan pronto su curiosidad los lleva a acercarse a estos, reciben descargas eléctricas que vienen acompañadas de alarmas estridentes.

Esta escena parece la antítesis de lo que se debería hacer con los centennials. Por contraste, los colegios y las universidades surgen como el escenario perfecto para devolverles la naturaleza y los libros a los jóvenes. Es en la contemplación de la belleza donde radica la respuesta a los problemas de esta generación. Me perdonarán por usar una frase trilladísima del príncipe Mishkin, el protagonista del Idiota, novela de Dostoevskij, que resumen muy bien lo que quiero decir: “la belleza salvará al mundo.” Frente al consumismo y la frivolidad; la belleza, el arte, la verdadera cultura, se levantan para salvar a los jóvenes de la frialdad de un mundo materialista.

Sin importar la disciplina en la que quieran especializarle, los jóvenes necesitan una amplia formación cultural. Esto no es secundario, pues la verdadera cultura, la que eleva el alma, les permitirá contemplar el entorno y desarrollar la sensibilidad requerida para convivir con su propia fragilidad, superar el narcicismo y poner en marcha todo su potencial.

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