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Analistas 08/04/2021

La reforma en la UCI

José Ignacio López
Presidente del Centro de Estudios Económicos Anif

Después de varios meses de preámbulo y expectativa, aun seguimos a la espera de que el Gobierno presente y radique en el Congreso la reforma fiscal. No obstante, la discusión preliminar no pinta bien. El Gobierno parece estar recorriendo el camino infortunado de reformas anteriores, cometiendo los mismos errores: el Ministro de Hacienda delega su explicación y en su ausencia, la discusión se pierde en pormenores dejando de lado el por qué de una reforma y sus pilares fundamentales. Algunos medios, en su búsqueda afanada de audiencia, alimentan la indignación con titulares con medias verdades o poco relevantes para el grueso de la discusión y desaprovechan la oportunidad para explicar las deficiencias del sistema tributario actual. Algunos partidos políticos, temerosos o incapaces de explicar el tamaño del reto fiscal, prefieren esquivar la discusión o promover soluciones quiméricas.

Ayer en el Seminario Anif, “Ahora sí llegó el momento de la reforma”, el ministro de Hacienda Carrasquilla expuso cómo el Gobierno espera subsanar varias de las deficiencias estructurales del sistema tributario colombiano con el objetivo de revolver el faltante fiscal de 1,5% del PIB y expandir el sistema de protección social. Ese tipo de intervenciones debería ser más frecuente y ocurrir en muchos más espacios. Es bien sabido que el ministro es reservado y prefiere hablar poco en medios, pero es importante que haga un esfuerzo adicional, ya que es crucial que el Gobierno pueda explicar con claridad el por qué de la reforma.

No es un misterio que no es el momento ideal para hablar de impuestos, estamos todavía en medio de la pandemia que ha implicado una caída importante en los ingresos de muchos hogares. Y por esa misma razón la reforma debe ser gradual, de tal forma que los hogares no sientan el efecto inmediato del alza plena en impuestos. Sin embargo, no tener un plan creíble de ajuste fiscal podría tener consecuencias muy negativas, haciendo que a la vuelta de la esquina tengamos que hacer una reforma incluso más drástica pagando los platos rotos de la espera, en un mundo que, si bien en las últimas décadas ha sido más complaciente con niveles de deuda mayores, se prepara a tener tasas de interés más altas. En lo corrido del año las tasas de los tesoros a 10 años han aumentado 80 puntos básicos, mientras las tasas de los TES al mismo plazo lo han hecho en 150 puntos básicos.

Y no se puede ignorar que las calificadoras de riesgo han advertido que, en ausencia de reforma fiscal, Colombia perdería el grado de inversión. Es difícil saber cómo la pérdida del grado de inversión afectaría las tasas de interés y la inversión, pero sabemos que, en el caso de Brasil, el costo hoy de su deuda es 150 puntos básicos superior a la nuestra, lo que en el caso de Colombia implicaría un aumento del servicio de la deuda que podría superar $50 billones en la próxima década a precios de hoy.

Es momento de que los líderes a todo nivel estén a la altura del reto, para que, sin populismo y evitando lugares comunes, discutan la posibilidad de mantener las mejoras recientes en el contrato social, pero con un criterio de finanzas responsables que no comprometan la sostenibilidad fiscal. El espacio de maniobra es reducido. Tenemos una oportunidad histórica de corregir varias de las deficiencias de nuestro sistema tributario, que en muchas dimensiones parece una colcha de retazos, y ampliar la red de protección a los más vulnerables.

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