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Analistas 03/12/2020

Con la economía no se juega

José Ignacio López
Presidente del Centro de Estudios Económicos Anif

El equipo de Investigaciones Económicas de Corficolombiana presentará hoy, en su tradicional foro de fin de año, las proyecciones económicas para 2021. En buena medida las proyecciones parten de la base de que la economía global tendrá un rebote en 2021 con una tasa de crecimiento superior a 5%, sustentado en las campañas de vacunación en los países desarrollados, que podrían arrancar tan pronto como la semana que viene.

En este contexto, se espera que la economía colombiana tenga un mejor desempeño al originalmente proyectado con una tasa de crecimiento de 5,3% en 2021, recuperando parcialmente la caída en ingreso de -7,1% estimada para cierre de este año. Cabe aclarar que algunas de las fuentes de optimismo son inciertas, en particular, el comportamiento del consumo y de la inversión privada. Si el incumplimiento de los protocolos de distanciamiento social conduce a una segunda ola de contagios y a nuevas restricciones a la movilidad durante el primer trimestre de 2021, el panorama económico sería menos favorable. Por otro lado, si Colombia logra acceder a la vacuna de forma temprana, podría haber una sorpresa positiva en materia de crecimiento.

El viento a favor para la actividad económica local en 2021 vendrá de un mejor desempeño del sector de la infraestructura, apalancado en una ambiciosa agenda de proyectos 4G, vías terciarias, con el programa Colombia Rural, y el inicio de mega-obras como el Regiotram y el Metro de Bogotá. Se espera que el sector de la vivienda también tenga una importante recuperación impulsado por los subsidios públicos, que han acelerado las ventas, lo cual incentivará nuevas iniciaciones y lanzamientos. El sector de hidrocarburos también jugará un papel en el rebote económico de la mano de mayores precios del crudo.

Un repunte en la actividad económica no debe distraernos o disuadirnos de emprender la agenda pendiente de reformas cruciales para que la recuperación sea sostenible. En materia fiscal sabemos que antes de la pandemia, y a pesar de los esfuerzos de consolidación fiscal, teníamos un desbalance estructural de las finanzas del erario. Con la pandemia, la situación fiscal solo empeoró, de tal manera que la deuda pública hacia finales de 2021 alcanzará el 66% del PIB. Si no se aprueba una reforma tributaria que aumente el recaudo en los próximos años, el país perderá el grado de inversión y entrará en territorio desconocido en materia de endeudamiento, con unos niveles de deuda que superarían 70% en 2025. No podemos darnos el lujo de arriesgar la estabilidad macroeconómica y jugar con la economía de esa forma, con el pretexto de que en un año preelectoral no es posible hacer reformas.

Asimismo, el país está en mora de hacer una reforma laboral, que reconozca las nuevas realidades del mercado de trabajo, flexibilice los contratos y reconozca que el sistema de protección laboral actual solo funciona para una minoría, dejando a muchos por fuera de la formalidad en trabajos precarios. No es el momento de reducir el salario mínimo como algunos han planteado, pero si de buscar fórmulas estructurales alternativas, como crecimientos diferenciales de salarios por regiones, y donde se contemple no solo los cambios en la productividad y la inflación sino el nivel de informalidad, como insumo, en su fijación.

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