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EDITORIAL

Teletrabajo y semana laboral de cuatro días

martes, 23 de octubre de 2018

La jornada laboral es un invento del siglo XX y bien entrada la segunda década del XXI, nada ha cambiado en un mundo laboral que necesita disrupción

Editorial

La jornada laboral, tal como hoy la conocemos, es un invento que llegó plenamente con los primeros años del siglo XX, incluso hay quienes defienden la tesis sociopolítica de que nació antes durante los albores de la primera revolución industrial, muy ligado a las primeras mieles del estado de bienestar impulsado en la Alemania de Otto von Bismarck, entre 1815 y 1898, cuando los gobiernos europeos se empiezan a preocupar por el bienestar de sus sociedades a través del impulso de políticas públicas que buscar satisfacer las necesidades básicas a través de servicios y derechos que les garanticen salud, vivienda, transporte, educación y trabajo; de este último se desprenden las pensiones. La jornada laboral estricta y así estandarizada a nivel global es más una consecuencia de la segunda revolución industrial, cuando las empresas se modernizan y ponen en marcha las producciones en línea, los turnos industriales y toda la batería manufacturera a gran escala que explotó el mundo económico con la masificación de la energía eléctrica.

Las jornadas laborales ha ido bajando en todos los países, en especial en los más desarrollados al mismo ritmo que el concepto de productividad ha avanzado en las empresas. El raciocinio es muy simple: no se necesita mucho tiempo para ser más productivo. Es más: cuanto más avanza la tecnología con la masificación de la informática en la tercera revolución industrial, menos tiempo horas-hombre se necesitan en las empresas, pues las ideas disruptivas en los procesos laborales han llevado a una sociedad muy eficiente en muy pocos años. Ahora con la realidad de una cuarta revolución industrial basada en el internet de las cosas que nos rodean, las jornadas laborales deben irse reduciendo, tal como ha ocurrido hasta nuestros días.

En el siglo XIX las horas trabajadas a la semana superaban las 65, incluso había jornadas de sol a sol y trabajar de seis de la mañana a seis de la tarde era una forma de vida por lo rudimentario de los trabajos casi manuales. El gran avance laboral desde el comienzo del siglo XX hasta su reciente final se ha pasado en el mundo del trabajo formal de 50 horas semanales a 48 en casi todos los países, jornadas mediadas por la Organización Internacional de Trabajo. Pero ya estamos casi a 14 meses de comenzar la segunda década del siglo XXI y las horas trabajadas a la semana siguen ancladas en esas 48.

Aunque ya se ven pasos de cambios radicales con el teletrabajo y la semana laboral de cuatro días, dos avances novedosos que seguramente se convertirán en tendencia global. Algunas grandes empresas escandinavas, inglesas y neozelandesas están haciendo sus primeros ensayos para romper con largas jornadas y semanas marcadas más por días laborales que de disfrute. Así las cosas, todo regresa al punto de partida inicial: un estado de bienestar que permita calidad de vida.

Una discusión actual que viene de la mano con los salarios emocionales y el salario mínimo que se empieza a discutir para el próximo año. El Ministerio de Trabajo debe empezar a darle incentivos tributarios a las empresas que le apuesten al teletrabajo y a las jornadas de cuatro días, jugadas corporativas que pueden convertirse -valga la redundancia- en incentivos para ser mucho más productivos. No se puede perder de vista que mucho tiempo en la oficina no es productividad, más ahora que la tecnología está al servicio de las comunicaciones o la toma de decisiones.

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