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A los cafeteros les está yendo mejor que nunca y deben aprovechar estas vacas gordas para cambiar su tónica de queja para crecer mejor
Puede sonar duro contra el gremio cafetero, que tanto ha construido país rural, pero alguien se debe beber este cáliz. Hay una bonanza cafetera silenciosa, no tan grande como la experimentada durante el gobierno de Alfonso López en 1975, pero sí más sostenida en el tiempo y con mejores perspectivas que deben hacer cambiar la actitud de los cafeteros de siempre mirar la tasa medio vacía, en vez de mirar las enormes posibilidades que les depara el futuro. Hay un hecho indiscutible del mercado internacional y es que el mundo pasará en la próxima década de tomarse 150 millones de sacos de café a mínimo unos 200, según las cuentas de los expertos. Es solo mirar a miles de jóvenes tomando café en las exitosas tiendas de Juan Valdez, Starbucks y Oma, solo para citar algunas de las más conocidas y con presencia nacional, un fenómeno que se repite en cualquier ciudad del mundo y que se pone de moda en países como China e India, los más poblados y con mayor población joven.
Pero no solo es hacer cuentas alegres con el crecimiento del consumo mundial, sino leer los indicios locales: el área sembrada de café en Colombia ha crecido en más de 100.000 hectáreas en la última década, cosa que si no fuera negocio no hubiese sucedido y que ha permitido doblar la cantidad exportada y en esa vía el ingreso de más de medio millón de familias dedicadas a cultivar el grano. Todas la condiciones en torno al café están mejorando: ahora la caficultura es más minifundista. Hay solo unas 400 fincas productoras del grano de máximo 50 hectáreas dedicadas a ese cultivo; lo que nos enseña que ya no es un negocio de unos pocos, sino que se está transformando verdaderamente el mapa caficultor. Situación que se ve con elocuencia en el suroccidente colombiano, que desde hace casi una década es el verdadero eje cafetero. La bonanza del 75 fue muy buena porque la libra llegó a cotizarse a US$3,2, ahora solo vale US$1,3, pero el tipo de cambio está en $3.000. La carga de 125 kilos ronda los $850.000, un excelente precio, máxime si se tiene en cuenta que una hectárea en promedio produce unos 17 sacos y las más eficientes llegan hasta cosechar 50. Colombia antes de la bonanza de 1975 cosechaba ocho millones de sacos anuales, los buenos precios atrajeron miles de familias e hicieron que llegáramos a producir hasta 12 millones de sacos en tiempos de postbonanza, bien entrados los años 80, pero las condiciones cambiaron y entraron al mercado otros jugadores; además la bonanza de esa época se fundamentó en situaciones exógenas alejadas de productividad, como las sequías y las enfermedades que asolaron los cultivos en Brasil.
Este año los cafeteros cosecharán mínimo 14 millones de sacos a $3.000 por dólar y con una libra que oscila entre US$1,2 y US$1,5 y con el aliciente que cada vez hay más gente tomando café; todos esos factores hacen del café una tendencia que bien se ha extendido en algunos de los departamentos más golpeados por la violencia; hoy más que nunca el café vuelve a sonreírle a la economía que debe tratar de que esos 14 millones de sacos que se producirán valgan más de los US$2.300 millones que hoy valen. Hay que dejarse de quejar, ser más productivos y entender que el café ha sido el producto más transformador del agro, que llevó el bienestar social a Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío y que ahora está transformando a Huila, Cauca, Nariño y Caquetá.
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