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EDITORIAL

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jueves, 13 de marzo de 2014
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Mientras el Wall Street Journal dice que estamos de moda entre inversionistas, aquí seguimos de paro en paro. Algo falla.

¿Por qué los inversionistas están enamorados de Colombia? Así titula el influyente diario estadounidense, Wall Street Journal, un análisis sobre la economía colombiana en el que da cuenta que “muchos inversionistas han salido en estampida de los bonos de mercados emergentes, pero se están enamorando de Colombia (...) Desde comienzos de año, los inversionistas han inyectado US$622,5 millones en el mercado de bonos colombianos, el mayor ingreso de dinero de cualquier país emergente en lo que va de 2014, según Epfr Global, firma que hace seguimiento a los movimientos de capital en los fondos. Colombia ha registrado flujos de entrada significativamente mayores que sus pares, mientras que las únicas economías emergentes que registraron entrada de capital por sus bonos este año (Corea del Sur, Polonia y Grecia) contabilizaron ingresos menores a US$200 millones en sus mercados de deuda”.

El informe continúa diciendo que “puede ser una señal de que los esfuerzos de Colombia para atraer a más inversionistas extranjeros están dando sus frutos. La propiedad extranjera de bonos colombianos se duplicó el año pasado, luego de que entrara en vigencia una ley que reduce el impuesto que los inversionistas extranjeros deben pagar por tener bonos denominados en la moneda local, el peso (...) La economía de Colombia se ve muy atractiva en relación con países como Venezuela y Argentina, cuyas economías están bajo una alta presión y donde los inversionistas se enfrentan a una importante intervención gubernamental”. 

Pero pese a estas buenas noticias que llegan desde la influyente prensa económica estadounidense y que se espera también que el crecimiento económico repunte este año, con una inflación moderada, “una rareza entre los países de América Latina”, además que el peso se ha depreciado 5,6% frente al dólar en lo que va del año, las cosas al interior del país se enrarecen poco a poco generando crispación en algunos sectores e incertidumbre entre los empresarios. Mientras las variables macroeconómicas cabalgan sanamente, los políticos oportunistas destruyen o distorsionan los logros, pero lo peor es que sus tesis amañadas se cuelan en las reivindicaciones sociales. El caso para mostrar es el agrario en donde la base de producción y sus gremios piden y piden más ayudas, subsidios y toda clase de comerciales gabelas a costa del resto de los colombianos.

Al Gobierno Nacional le corresponde afinar más sus protocolos de comunicación y su impacto en la gente, de tal manera que las crónicas quejas de que estamos en crisis no se vuelvan una repetición de la repetidera aun sin razón. La palabra crisis se ha convertido en un complemento obligado (sin razones) de expresiones como ‘economía’ y ‘agro’.

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