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EDITORIAL

No todo es malo cuando el petróleo baja

viernes, 5 de diciembre de 2014
La República Más
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Que un producto baje de precio no puede ser tan malo como lo pintan los gobiernos que viven del crudo, como el nuestro. 

La caída de los precios del petróleo es quizá la noticia económica del año y en buena parte porque se ha extendido la idea de que ese fenómeno resulta dañino y perjudicial para la economía mundial, pero en realidad esa visión solo está consultando una cara de la moneda, la de los países productores, que en efecto resienten sus ingresos y sus balances fiscales y externos y aunque no se pueda desconocer ese impacto, el análisis debe ir mucho más allá.

Por esa idea predominante, sorprende la declaración de la directora del FMI, Christine Lagarde, al afirmar con toda claridad que ese descenso en las cotizaciones del crudo es algo positivo para la economía mundial en su conjunto, en el entendido que en buena parte la ralentización de la economía, en particular de China y Europa, está ligada más a esos altos precios que a las cotizaciones en baja, por lo que una reducción podría traer un impulso a la recuperación. Mientras tanto, la bonanza de la producción de esquisto en Estados Unidos ha traído un reporte favorable a la economía de esa potencia que se expresa en el buen comportamiento del mercado de Wall Street.

¿Alguien puede desconocer que es positivo para la mayoría de los ciudadanos del mundo la notable caída de los precios del petróleo? Sin duda que este es el primer beneficio, que no solo implica una mejora en los bolsillos de los consumidores, sino que ese excedente va a otros bienes lo que estimula la actividad económica y el crecimiento. Por eso, lo que está pasando no es despreciable ni debe verse solo con la óptica negativa: la caída del petróleo significa en términos sencillos que una cierta cantidad de dinero generará una demanda agregada adicional de bienes y servicios.

Pero no es solo eso. Menores precios del petróleo implican menores costos de producción para muchas empresas y para el transporte, lo cual nuevamente es un factor favorable que puede influenciar en la disminución de precios de otros bienes, en otras palabras, en una menor inflación. En los anteriores términos, no es exagerado decir que en el balance de ingresos y gastos, es menos prejudicial para el mundo una reducción de precios del petróleo y de las distintas fuentes de energía. No es oportunismo o querer desearle mal a países como Venezuela y Rusia, pero hay economistas serios que estiman que una caída de 40% podría agregar al crecimiento mundial entre 0,5 y 0,8%, que sin duda se está necesitando.

Puede que suene duro, pero muchos países deberán sincerar sus economías y revisar sus políticas de gasto público y adoptar programas serios de austeridad, que tarde o temprano es una obligación. Y es mejor hacerlo ahora que tienen margen de operación y capacidad para reaccionar.

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