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EDITORIAL

“No se queje más por los congresistas”

viernes, 7 de marzo de 2014
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Llegó la hora de votar por las personas que quieren ir a una de las instituciones más desprestigiadas de la democracia. 

¿Quién quiere ser congresista? Son miles los colombianos que hoy desean hacer parte del Congreso de la República en alguna de sus dos secciones, la Cámara de Representantes que tiene una circunscripción regional y el Senado, compuesto por nacionales de cualquier ciudad o departamento. Pero más allá de la noble intención de ir por una curul, hay muchas motivaciones subyacentes para tomar esa decisión. Para muchos es su forma de vida, de sus padres e incluso sus abuelos. Es una constante que para la inmensa mayoría de los aspirantes al Congreso colombiano es un legado familiar, una tradición hogareña, como quien toma las riendas de una empresa familiar que va de padres a hijos y nietos.

Para otros, es una convicción política expresada a través de partidos en los que militan y que los ha convocado porque son líderes jóvenes o viejos con ideas y convicciones. Otros que lo hacen porque quieren cambiar el rumbo del país y llegar a la Cámara o al Senado es una grada en el camino para ser posteriormente alcaldes, gobernadores, ministros o presidentes. En esta oportunidad hay un caso curioso y es el regreso de veteranos ya jubilados a una institución demeritada que en otras décadas les dio la fama política y la oportunidad de construir país. Allí encontramos los uribes, serpas, navarros, entre los nombres más sonoros de algunos, que a pesar de sus logros políticos, quieren repetir para seguir disfrutando de las mieles del poder legislativo.

También hay algunos que ven en el ejercicio de la política una oportunidad para cambiar a Colombia que les da la democracia de ser jugadores por causas antes invisibles. Los indígenas, las negritudes, los credos religiosos, la tendencias sexuales, toda una serie de expresiones que ojalá lleguen al foro político más importante para un país como es su poder legislativo. Pero en medio de gente bien intencionada y calificada (no todos) se escudan corruptos que han hecho de su curul un foco de corrupción, de tráfico de influencias, de nepotismo, de negocios bajo la mesa y que poco le han aportado al país, a pesar de que siempre han sido elegidos.

Está claro que en el Congreso de Colombia, que se va a elegir mañana, ojalá quepan todas las tendencias políticas, regionales y sociales, desde la más conservadora hasta la más liberal. Lo único que no debe caber ni llegar al Congreso son los corruptos, esos que saltan de escándalo en escándalo sin salir quemados ante la opinión pública y sin rasguños judiciales. Por la calidad de los aspirantes que vemos, este será un Congreso distinto que ha ganado en profesionalismo. Hay de todo y de todas las vertientes como un hecho que nos hace pensar que mañana será mejor y que el desprestigio de nuestros congresistas será parte de nuestra historia.

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