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EDITORIAL

Lula o el icono del aspiracional corrupto

jueves, 13 de julio de 2017

Nadie entiende cómo un líder que emerge del discurso social termina condenado por delitos contra el patrimonio público

Editorial

Luiz Inácio Lula da Silva fue uno de esos políticos latinoamericanos populistas que emergieron en los albores del siglo XXI desde las bases sociales, erigiéndose como íconos de un nuevo liderazgo en la región. Chávez, Evo, Ortega, Humala y Correa, eran algunos de esos nombres que representaban la “nueva-vieja América Latina” ajena a los escándalos y lejos de las dictaduras que habían dejado nuevos mandatarios producto de muchas décadas de una corrupción enquistada en las clases dirigentes tradicionales. Soplaba un nuevo aire de cambio social democrático que poco a poco se fue transformando en represión de izquierdas, resentimiento social, voracidad burocrática y enamoramiento del poder. Y por qué no decirlo, de amor desenfrenado por el dinero y las relaciones públicas. El ejemplo más grande era Lula, un político brasileño, quien fuera presidente de la República Federativa de Brasil entre el 1 de enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2010, justo en la época de la bonanza petrolera que financió sus gobiernos y le permitió mostrar resultados de lucha contra la pobreza y generación de empleos formales.
Una vez se fue la espuma y se asentaron las cosas en la región, todo quedó al descubierto. Luego de muchas investigaciones y de un agitado panorama político en Brasil, el expresidente fue condenado a 9 años y medio de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero. A los ojos de la justicia brasileña, es culpable de aceptar sobornos de la Constructora OAS por US$1,1 millones, dinero que destinó -según los jueces- a la reforma y amueblado con piezas de lujo de un apartamento triplex en la localidad costera de Guarujá, en el estado de Sao Paulo. Aunque tiene derecho a apelar la sentencia, no irá a prisión mientras dure un proceso que se traslapará con las elecciones. Es la primera vez que un mandatario en Brasil es condenado por corrupción.
Había anunciado volver a ser candidato a la presidencia de Brasil en las elecciones de octubre de 2018, hecho que agita más la difícil situación política y económica del país, donde se vive una coyuntura bastante complicada en todos los frentes. Según el Partido de los Trabajadores, Lula es víctima o “sufre una persecución judicial sin paralelo (...) Está en curso una de las mayores manipulaciones de las que se tiene noticia por cuenta de su trayectoria política y por haber sido el mejor presidente de Brasil”. La gran enseñanza, en estos tiempos de corrupción en todos los países, es que el expresidente pasó de ser “el político más popular del planeta” a ser condenado a prisión por corrupción. En la historia política de Lula se encuentran muchos males juntos que destruyen a una sociedad que deposita confianza en sus gobernantes: populismo, liderazgo mal ejercido y mucho amor por el dinero, una contradicción histórica porque el expresidente venía de las centrales obreras y le debía a los obreros sindicalizados su ascenso en el poder. Su sucesora política, Dilma Rousseff, fue destituida en agosto de 2016 por cometer errores en las normas fiscales y maquillar el déficit fiscal.
La segunda década de los 2000 esta cerrando con una gran ola de casos de corrupción que salpica a todos los gobiernos, aún no llega a ser un tsunami, pero las consecuencias de las faltas contra el dinero público son elocuentes en todo el mundo público y privado, y en Colombia poco se ha avanzado en tratar de resolver el problema, y la corrupción a menor escala empieza a mostrarse tímidamente, pero aún los grandes casos no llegan a la luz pública. Ojalá la Fiscalía, la Contraloría y la Procuraduría tomen nota y no sean inferiores al reto impuesto por la Constitución para que sean pilares de la democracia.

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