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EDITORIAL

Los alcances del Plan Nueva Colombia

jueves, 4 de febrero de 2016
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El Plan Nueva Colombia debe ser una segunda etapa que ayude a consolidar la paz y las instituciones donde el componente social debe ser prioritario.

 

Si observamos las cosas en perspectiva y haciendo un poco de análisis histórico, nos damos cuenta de que el Plan Colombia no solo consiguió que las fuerzas militares colombianas estuvieran capacitadas y dotadas para enfrentar el crecimiento de los grupos guerrilleros y/o narcotraficantes a mediados de los años 90, sino que le permitió al país pasar del sello de un Estado fallido y con presidente descertificado y sin visa para entrar a Estados Unidos (EE.UU.), a un crecimiento institucional recuperado y sostenido. El expresidente Pastrana (1998-2002) contribuyó con el diseño de esa estrategia de seguridad nacional y la puso a andar al final de su mandato; Uribe (2002-2010) le sacó el mayor provecho al componente militarista del Plan, lo disfrutó y cosechó las utilidades políticas de la Seguridad Democrática, y ahora Santos (2010-2018) tiene la obligación y el deber institucional de llevar al país a otra etapa de desarrollo no solo logrando el fin del conflicto, sino consolidando para el futuro el proceso de paz con una guerrilla anquilosada que destruye, desde hace casi 60 años, una buena parte de los recursos presupuestales destinados para contrarrestar su accionar bélico en una confrontación sin fin. El Plan Colombia debe tener una segunda fase que consolide la paz en una suerte de Plan Nueva Colombia con dimensión social y desarrollo de la equidad. Pocos colombianos de hoy han tenido un día de paz en sus vidas e incluso muchos necesitan del conflicto armado para ver crecer sus empresas o  tener un espacio en las propuestas políticas. Aquí radica gran parte de que el proceso de paz y los acuerdos en pos del fin del conflicto tengan detractores.

Es cierto que nadie le cree a la guerrilla por su pasado de sangre y terror y que su decisión de sentarse en la mesa de diálogos de La Habana es fruto de una evidente derrota militar, pero no podemos seguir en ese desgaste o debate sin fin y dejar que los colombianos del siglo XXI disfruten de un largo periodo de paz, sin tener que hablar de pescas milagrosas, masacres, tomas de pueblos, emboscadas, minas antipersona, todo ese lenguaje bélico del que somos expertos. Debe haber un Plan Nueva Colombia donde la cooperación económica de los países aliados en lo militar, comercial y social nos ayuden a consolidar las instituciones. Colombia siempre ha sido un vinculado con EE.UU. desde que es una república soberana, no solo hubo un Plan Colombia, sino una Alianza para el Progreso, un Tratado de Libre Comercio y una eficiente relación de socios estratégicos en el hemisferio. EE.UU. es el motor de la economía mundial y primer destino de nuestros productos de exportación, ha tenido una relación inmejorable con casi todos los gobiernos locales, una situación histórica que no debe cambiar. Queremos un Plan Nueva Colombia donde el componente económico y social sean los que más brillen. Aunque es un hecho que para consolidar la paz debe haber instituciones fuertes y el lado militar es indispensable.

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