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EDITORIAL

“Las guerras comerciales, fáciles de ganar”

sábado, 3 de marzo de 2018

El arancel al acero y aluminio ha puesto en guardia a Europa, China y Canadá, que esperan más datos de las barreras comerciales de EE.UU.

Editorial

No es por exagerar, pero las llamadas guerras de los diferentes metales -léase del hierro, bronce o acero- tienen más de siete mil años y sea esta la oportunidad de recapitular que Edad de los Metales está inmersa en la Prehistoria y que es uno de esos hechos disruptivos que hacen que la historia no gatee y vaya paso a paso, sino que dé saltos enormes en el desarrollo de la humanidad. Aunque aún hay muchos debates académicos, el evolutivo trabajo con los metales (cobre, bronce y hierro) ha sido una etapa clave en los avances tecnológicos de nuestros días.

El arancel del acero que hoy enfrenta a los países más desarrollados no es una disputa nueva. La producción moderna de acero mediante chorros de aire se debe a Henry Bessemer, quien en la Gran Bretaña de 1855 inventó un horno que ha ido evolucionando hasta ser capaz de producir acero con chatarra, pero las grandes instalaciones siderúrgicas siguen siendo esenciales para producir acero a partir de hierro. Y esas tecnologías de punta, ya computalizadas y digitales, solo están en países como Estados Unidos, Alemania, Japón y Corea del Sur y en algunos emergentes como China, México, Rusia, India y Brasil.

La disputa de esta semana tiene raíces muy antiguas que no han podido ser resueltas bien entrado el siglo XXI y que siempre se agitan cuando Estados Unidos anuncia elevar las tarifas de importación de acero que no es otra cosa que subir aranceles, especialmente para el “acero laminado en frío hecho en China”, un producto digno de la segunda revolución industrial, pero vital para la construcción moderna en forma de mallas, tubos y barras. China es un gran productor porque subsidia esta actividad, todo para mantener a los constructores de todos países dependiendo de sus exportaciones a muy bajos precios. Esto viene pasando desde hace ya dos décadas con graves consecuencias para las economías domésticas que ven cómo los empleos desaparecen.

Hasta ahora, nadie ha enfrentado el problema obteniendo resultados y quizá Donald Trump, con su política de “America first”, sea la excepción a la regla histórica. La imposición de nuevos aranceles al acero y al aluminio, anunciada el jueves pasado, ha desatado una ola de nervios e incertidumbre en la Unión Europea, China y Canadá, países que estudian cómo enfrentar las nuevas barreras comerciales de EE.UU. Trump cobrará al acero importado un 25% adicional y otro 10% al aluminio de otros países, lo que afectará a productores y consumidores. Las repercusiones en Colombia no se harán esperar, pues el país no produce el acero que consume y hay empresas que en nuestro mercado son importadoras y en otros países, como México, son exportadores; es decir, el debate solo comienza y puede oscurecer el sector externo de muchas maneras.

La otra línea de análisis tiene que ver con las políticas públicas de Trump que rompen los modelos tradicionales de la diplomacia empresarial desarrollada desde los funcionarios y no por los mismos empresarios. Qué quiere decir esto: el Presidente de Estados Unidos es un empresario nato y exitoso, que se ha dado a la tarea de defender a capa y espada la producción local, visibilizando el daño que le hace la de los países. Quizá tengan sentido sus palabras que “las guerras comerciales son fáciles de ganar”. Obvio, si se tienen empresas locales que hacen respetar sus mercados y el bienestar.

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