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EDITORIAL

La histórica reforma tributaria de Trump

jueves, 27 de abril de 2017
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Vamos a ver cómo le funciona a Trump su plan de rebajar los impuestos de 35% a 15% a las empresas y a personas de 39,6 al 25%, histórico si lo logra

 

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumplió sus primeros 100 días al frente de la Casa de Blanca, un lapso que si bien es muy corto para hacer una tarea juiciosa de evaluación de sus políticas públicas, sí es un periodo suficiente para medir el liderazgo del nuevo mandatario que no ha sido inferior a las expectativas y todo lo que prometió en campaña lo ha ido cumpliendo, para bien o para mal. Ahora llega el turno de los impuestos: el Presidente había dicho durante la campaña, antes de octubre del año pasado, que rebajaría la carga impositiva de los empresarios y de las personas naturales “porque él sí sabía emprender y era víctima de los altos impuestos en su país”. Ayer se conoció un plan fiscal rotulado como “el mayor recorte de impuestos de la historia de EE.UU.”, con ese proyecto la nueva administración republicana quiere levantar un telón sobre su marcha atrás con la financiación del muro con México y hacer olvidar el fracaso del desmantelamiento del programa asistencialista de su antecesor, el  Obamacare. Trump dijo durante sus promesas de campaña que reduciría los impuestos federales de 39,6% a 25%; que haría una drástica reducción del impuesto de sociedades del actual 35% a 15%, de la misma manera, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el consejero económico jefe, Gary Cohn, buscan que Estados Unidos pase de tener una de las fiscalidades corporativas más gravosas de los mercados avanzados a una de las más favorables: la idea es tener las empresas más competitivas del mundo y que se compense la pérdida de ingresos con un aumento del PIB de 3%. Se busca que con este nuevo esquema haya una avalancha de empresas hacia Estados Unidos, especialmente las de tecnología de punta que son exitosas por fuera de sus fronteras o las de automóviles. El plan también simplificará los impuestos para las personas naturales, dado que eliminará casi todas las deducciones, exceptuando las hipotecas y las donaciones; recortará de siete a tres las etapas fiscales (10%, 25% y 35%) y rebajará el tipo máximo de 39% a 35%. En términos de aranceles, la reforma no alberga impuestos transfronterizos, que se habían mencionado, de 10% a los productos que se produjeran en el exterior. El problema para Trump será con los economistas y la macroeconomía en sí misma y deberá conjugar todas esas rebajas fiscales con la exigencia de no aumentar el déficit. Según el Tax Policy Center, el plan incrementaría el déficit en US$2,3 billones durante la próxima década, situación que sería caótica para un país que es el motor de la economía del mundo. Lo cierto hasta ahora es que Trump está cumpliendo y estamos frente a un Trumpeconomics, similar al de Reagan basado en las teorías de Friedman que tuvieron como pilar reducir el gasto público; reducir los tipos marginales de los impuestos que gravaban trabajo y capital, y reducir la regulación de la actividad económica, todo para controlar la oferta monetaria y bajar la inflación, amenazas de esa época. Es un Presidente con una agenda económica estructurada.

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