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La conformación oficial del Ministerio de Ciencia es un paso en la dirección correcta; ahora hay que hacer todo el recorrido, y darle dientes para que sea clave en la reactivación
Es una noticia innegablemente positiva que el presidente Iván Duque haya emprendido los esfuerzos necesarios para finalmente cumplir una de las promesas más notables de su campaña: la creación y formalización legal del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Por requerimiento de la Corte Constitucional, que tumbó en su momento la primera Ley con que se había intentado conformar esta cartera el pasado marzo, fue necesario que el Gobierno realizara una serie de ajustes y correcciones para que este Ministerio pudiera ver la luz “con todas las de la ley”.
Al episodio puede dársele incluso una lectura como ejercicio de ensayo y error, paradigmática en el caso de la ciencia: la historia de esta nos enseña cómo el conocimiento se construye a partir de la experimentación; la ciencia avanza corrigiéndose a sí misma.
Y es así como la humanidad ha consolidado algunos de sus aprendizajes más trascendentales; desde Copérnico desafiando la noción del universo que giraba alrededor de la Tierra, y con ello las Sagradas Escrituras en las que Josué ordenó al Sol que se detuviera, hasta nuestros días de hoy, regidos por los empresarios de Silicon Valley, en que Elon Musk plantea que los movimientos de las criptomonedas tienen el poder de predecir el mercado bursátil.
Al margen de las controversias que antecedieron su creación y las alusiones históricas, lo cierto es que un Ministerio dedicado a impulsar la ciencia es una necesidad vital, no solo para la Colombia de hoy, sino para el país económico que queremos tener mañana, a futuro, insertado con verdadera competitividad en las dinámicas globales de productividad.
Este es un mensaje en favor de la ciencia, que debe ser acompañado de una sustentación fáctica. Hechos, inversiones, alianzas, una hoja de ruta que lleve a buen puerto las intenciones que permite entrever la creación del Ministerio. Para nadie es un misterio que la ciencia no aparece como la mayor prioridad en un país como Colombia. Tiene uno de los porcentajes más bajos de gasto promedio del PIB en investigación y desarrollo. Apenas llega a 0,2%, mientras que el promedio de la Ocde supera los 2,4%. Duque ha dicho que quiere llevar este porcentaje al 1%. Pero la ciencia fue una de las perdedoras en el Presupuesto General de la Nación 2022; su asignación cayó 20%, con una apropiación de $330.519 millones.
Los retos que requiere abordar el Ministerio están atravesados por la necesidad de cambiar este panorama. Está llamado a ser una cartera clave para el desarrollo económico. La pandemia, mejor que nada, nos mostró la relevancia de la transformación digital y los desarrollos innovadores. Hoy es de perogrullo decir que hacia allá se mueve el mundo y las inversiones. Según datos de BTG, las inversiones en Fintechs en el tercer trimestre de 2021 se dispararon 173%, superaron en 90% la financiación total recaudada en 2020, y alcanzan a la fecha inversiones por US$93.000 millones a nivel mundial.
Y esto es solo en un sector. Con herramientas, la cartera de Ciencias puede ser la carta clave para una recuperación sostenible de la economía. Si esa es la intención, que apoye la reactivación económica, hay que hacer la tarea completa. Las controversias deben quedar atrás, ojalá como aprendizajes que lleven al Ministerio de la Ciencia a cumplir un rol determinante para hacer trascender el potencial de Colombia como jugador de peso en el mundo que la pospandemia nos depara.
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