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<p>El alto impacto se cuela como una de las exigencias más comunes a la hora de proyectar iniciativas para el año nuevo.</p>
Inversiones de alto impacto: esta puede ser una de las definiciones más complejas a realizar por estos días en el marco empresarial, pero más allá de encontrar las palabras justas para homologar los términos de frecuente uso, la dificultad a superar es unificar los logros y las metas que estas iniciativas conllevan. Empecemos por adoptar la definición de Dominicé y Farrington (2013) que plantean que son inversiones de empresas, organizaciones y fondos con la intención de generar resultados financieros además de un impacto social medible. En dos definiciones alternas, es una opción sostenible a una donación o a la filantropía; y es una manera para que las corporaciones y programas de responsabilidad social inviertan en nuevos emprendimientos de primera necesidad.
Este tipo de iniciativas pueden cambiar la red empresarial del país y pueden escribir un nuevo capítulo en aras de hacer una Colombia más equitativa. El Foro Latinoamericano de Inversión de Alto Impacto, lo define como “colocar capital de forma activa en empresas y fondos que generan beneficios sociales o ambientales y además son rentables para el inversionista. La inversión de impacto agrupa a aquellas operaciones financieras realizadas por fondos de inversión que colocan grandes montos en proyectos rentables con impacto social o ambiental positivo, es decir, empresas sociales. De esta forma, se apoyan a proyectos con o sin fines de lucro y alto impacto, con volumen de transacciones millonarias y a tasas de interés o condiciones de inversión favorables para los emprendedores”.
¿Por qué es importante esta tendencia para Colombia? Porque nuestro país ocupa los primeros lugares en desigualdad social y la labor de recortar la brecha no es solo tarea del Gobierno Nacional sino de los empresarios y de los mismos inversionistas. Nuestro Índice Gini supera 0,54 y muy poco se ha avanzado en esto. Y si lo miramos en la ruralidad, la situación es mucho peor, pues el dato de 0,80 es alarmante. Cerrar la brecha social solo se logra con inversiones de alto impacto que sean medibles y que se hagan por actividad económica y no por recibir ayudas tributarias. Con este marco de proyectos de alto impacto no puede suceder lo mismo que ha ocurrido con la responsabilidad social que se convierte en una programa de publicidad y mercadeo, y no en un compromiso con el país.
Ojalá este tipo de tendencias, nunca se conviertan en modas efímeras y puedan ser pilares de la transformación social del país. Las inversiones de impacto pueden ser un filón de desarrollo trascendental para un país en búsqueda de igualdad.
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