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EDITORIAL

Es tiempo de desempolvar las ideas políticas

sábado, 26 de marzo de 2022

El apetito por los contratos estatales y los puestos burocráticos pervirtió el ideario de los partidos, y el lado más oscuro de los políticos sale a relucir en tiempos de elecciones

Editorial

El Presidente de turno en Colombia maneja en presupuestos anuales unos US$100.000 millones, dinero equivalente al promedio de la riqueza de los 10 hombres más ricos del mundo, según el listado de Bloomberg o el similar a la sumatoria aproximada de los PIB de Costa Rica (US$66.000 millones) y El Salvador (US$28.000 millones). Una caja que se debe estirar o hacer rendir para pagar la deuda externa, el funcionamiento del Estado, las Fuerzas Militares, los pensionados, algunas inversiones sociales, la educación, la salud y algo de infraestructura; valga la pena decir que siempre está en déficit y debe acudir a más endeudamiento para cuadrar siempre la caja.

El tema no es menor y algo incomprensible: miles de colombianos deciden ir al Congreso y un par de docenas ocupar la Casa de Nariño para estar cerca de ese presupuesto, bastante poco si se mira un PIB estimado de unos US$295.000 millones. Aquí la primera separación de los intereses subyacentes de los políticos que le apuesta a estar en los gobiernos o en el Congreso: unos para desarrollar un modelo de país que progrese y se desarrolle, y otros, los de siempre, para lucrarse, beneficiarse y sacarle partido a esos US$100.000 millones, además de poner sus fichas en ministerios, embajadas y una suerte de puestos públicos.

“El político piensa en la próxima elección; mientras que el estadista, en la próxima generación”, dijo Otto Von Bismarck y eso se ajusta a la realidad por la que atraviesa el país en este momento. Hay que partir de que Colombia es una república democrática, no un régimen socialista, ni mucho menos totalitario; que es producto de viejos gobiernos que derivaban sus acciones o políticas públicas de ideas liberales, conservadoras y algunas marcadas o con tufillo de socialismo. Poco a poco los políticos fueron ganando terreno a los estadistas, en términos de Bismarck, y encontraron en los presupuestos la manera de financiar sus campañas de permanencia en los poderes y de paso su modo de vida. El resultado: las ideas políticas se esfumaron dejando a su paso la huella de la rapiña por el dinero público.

Si bien se plantea en los círculos académicos, que el ya lejano final de la Guerra Fría sepultó el multilateralismo, desencadenó la globalización y originó el nacimiento de la pugna entre pensamientos políticos de izquierda y derecha, las ideas que separan las dos tendencias políticas se difuminan cuando los contratos y puestos, que genera un Estado, están de por medio. En América Latina es muy común que políticos considerados de derecha saquen adelante políticas públicas de beneficio para la clase trabajadora, y militantes de izquierda desarrollen acciones como la asignación de licitaciones a dedo para cercanos al poder. El pluralismo político de los candidatos a la Presidencia de Colombia obliga que los electores, bastante confundidos por la laxitud de sus ideas, desempolven los principios políticos, estudien qué es lo mejor para el país en este momento y les exijan claridad a los aspirantes para que no engañen vistiéndose de corderos cuando son lobos. Libertad de mercado, propiedad privada, empresarismo, emprendimiento, competitividad, productividad, nuevos mercados, bienestar y menos precariedad, son ideas de política económica que tienen que desequilibrar la competencia por la Presidencia.

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