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EDITORIAL

En Quito se redondea el clima de paz total... pero

martes, 7 de febrero de 2017
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El comienzo de los diálogos con el ELN claramente redondean la paz en Colombia, pero el ambiente politizado no deja mirar los alcances

 

No vale la pena volver a repetir que el conflicto interno -político y armado colombiano- es el único que subsiste en este continente y que es uno de los más antiguos en el mundo. Pero más allá de lamentarlo, no somos del todo conscientes de que las cosas han cambiado dramáticamente, especialmente en el último lustro, al punto que hoy más de 5.000 guerrilleros alzados en armas de las Farc caminan hacia lugares acordados y vigilados para iniciar el proceso definitivo de desmovilización, y que desde hace un par de días la otra guerrilla, la del ELN, se encuentra dialogando con la administración Santos para hallar la manera de iniciar un proceso que los lleve a dejar las armas y a abandonar las acciones terroristas que los ha hecho temidos en varios departamentos y especialmente por las empresas, pues para nadie es un secreto que esa guerrilla amedrentó a los empresarios y a las compañías minero-energéticas con asesinatos, secuestros y extorsiones. Está claro que ningún gobierno central había llegado tan lejos en términos de arrinconar a las anquilosadas guerrillas colombianas, signadas por el narcotráfico, en una mesa de negociación y con un alto nivel de optimismo de que se llegue a buen puerto. Un hecho elocuente que se debe respaldar porque el “asunto guerrillero” no puede seguir siendo el tema que defina la agenda nacional y mucho menos la electoral. Ahora bien: con las Farc haciendo fila para desmovilizarse y con el ELN sentado en una mesa de negociación en el exterior, bien vale la pena reflexionar sobre los costos reales de todos estos diálogos con las guerrillas, que deben ir más allá del estribillo de la paz y poner como tema de discusión los costos ocultos de estos diálogos que son los compromisos que de allí se desprenden. El país económico acaba de salir de una fallida reforma tributaria estructural que generó en su momento gran ilusión por parte de los contribuyentes, por sus componentes antievasivos y su carácter igualitario, pero al final esas intenciones se frustraron al caer en el Congreso y salir como todas las tributarias con simples alcances de cuadrar la caja del fisco. La paz tiene un costo real que debe ser sincronizado con los beneficios y las inversiones que de allí se desprenden y ese resultado debe ser el objeto a sensibilizarse en todas las personas que hoy miran las noticias del fin de la guerra como si eso fuera parte del paisaje. La realidad nos muestra que las guerrillas están negociando para desmovilizarse y que eso es un logro importantísimo al que no le estamos dando el valor que se merece o le estamos restando importancia por la mezquindad política tradicional, por eso es una obligación apremiante sensibilizar mucho más a los colombianos sobre lo que está ocurriendo y mostrar con claridad cuáles son los compromisos al descubierto adquiridos para lograr una paz redonda que siempre ha sido esquiva.  

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