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EDITORIAL

En la ruta de estudiantes de alta calidad

martes, 29 de agosto de 2017
La República Más

No cabe la menor duda que la universidad colombiana va por buen camino en materia de rankings, pero hay que mejorar más en calidad de egresados

Editorial

Si algo ha mejorado en Colombia en las últimas décadas es la calidad del grueso de las universidades tradicionales. Las causas de la mejoría generalizada en la educación superior son variadas, pero las principales son tres: la competencia interna que cada día es más sofisticada; las posibilidades y alternativas que brindan las universidades en el exterior y los avances de la educación en línea, de la mano de las nuevas tecnologías. Todo lo anterior ha hecho que se forme una suerte de “Ivy Leagues” como sucede en otros países desarrollados; un grupo de universidades que siempre están presentes en los primeros 10 lugares en todos los rankings y listados, generando una competencia sana y en el fortalecimiento de unos referentes en profesiones, profesores, edificios, entre otros. Todos esos elementos que hacen que una universidad se cuente entre las mejores de Colombia y el mundo. Hasta hace una década ninguna universidad colombiana, ni pública ni privada, aparecía en los listados internacionales ni se destacaban como instituciones. Esa época oscura ha pasado y desde hace un poco más de un lustro, hay tres o cuatro universidades entre las 300 mejores del mundo y se escalan puestos cuando el termómetro de la calidad se aplica solo en Latinoamérica.

Solo Brasil, México y Chile metían varias de sus instituciones entre las mejores y los nombres de las colombianas brillaban por su ausencia. Ahora, tres universidades siempre están entre las cinco primeras, mídanse por donde se midan: Universidad Nacional, Universidad de Los Andes y Universidad Javeriana, que han hecho enormes tareas en acreditaciones locales; millonarias inversiones en profesores con doctorados; mejoramiento de campus y edificios y en la producción de ciencia pura como registro de patentes, artículos indexados y participación en investigaciones disruptivas.

El Ministerio de Educación ha hecho un buen trabajo a lo largo de los últimos años, exigiéndole a las universidades sus acreditaciones y sobre todo al trazarles un plano inclinado que vaya en beneficio de los estudiantes. No nos cabe la menor duda que un médico, abogado, economista o arquitecto recién egresado es mucho más cualificado que uno de hace una década, pues las universidades han mejorado en todas sus dimensiones. En las universidades se rompe con el viejo cliché de que todo tiempo pasado fue mejor, pero quedan muchas tareas por realizar: avanzar en la calidad total en los estudiantes y futuros profesionales, en esferas tan diversas y poco cuidadas como la ética, el bilingüismo, labores sociales y la competitividad internacional de los egresados. De nada vale graduar a miles de nuevos profesionales cada año si estos no están preparados para trabajar en cualquier país o para decidir de cara al bien común cuando se está inmerso en un acto de corrupción. Los nuevos profesionales deben ser los abanderados de la transparencia para que combatan el flagelo de la corrupción que tanto dañó las viejas generaciones.

Y queda un imperativo, tan importante como los anteriores: hay que trabajar en mejorar las universidades de las ciudades diferentes a Bogotá, pues el grueso de las “Ivy leagues” están en la Capital, incluso hay grandes capitales que no tienen una sola universidad de calidad o acreditada. En la llamada provincia está todo por hacer.

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