El universo es 39 millones, la meta 22 millones

Colombia no es ajena a los cambios políticos, sociales y económicos que recorren el mundo, y en medio de ese contexto globalizador, se realizan unas nuevas elecciones para elegir al Presidente de la República, que llevará las riendas del país desde el próximo 7 de agosto hasta la misma fecha de 2026. Será una oportunidad para ratificar que es la segunda democracia más antigua del continente, después de Estados Unidos, con sus más y sus menos, y que más allá del reto electoral, se debe elegir a mandatario en condiciones de plena libertad.

Colombia está avanzando, los más jóvenes tienen mejores oportunidades que sus padres y sus abuelos. El avance de las infraestructuras de salud, educación, nuevas tecnologías y vías es evidente, más la notoria disminución de la pobreza, del desempleo y muchas precariedades son pasos contundentes, muy a pesar que en un país que supera los 50 millones de habitantes las necesidades sigan latentes como retos para el próximo gobierno.

El Presidente que se elija, este domingo o el próximo 19 de junio en una segunda vuelta, tiene enormes retos estructurales que le garanticen a los colombianos seguir por la senda de desarrollo. Todavía la pobreza se concentra en más unos 20 millones de colombianos, personas que viven con poco más de $4.000 diarios, de esas dos decenas de millones de personas, casi siete millones experimentan pobreza absoluta, es decir, viven con menos de un dólar al día, situación que hace imperativas políticas públicas que solucionen su situación.

Para seguir avanzando, el nuevo Presidente de los colombianos tiene que hacer reformas profundas pero cuidadosas: reformar el sistemas pensional para que todos los colombianos puedan tener ingresos en su edad de retiro por encima de los 60 años. Para ello debe garantizar el respeto por el ahorro pensional de los casi 20 millones que hoy cotizan o guardan su pensión en los fondos privados y el público, además del correcto pago a cerca de tres millones que gozan de su pensión, pero no se debe perder de norte que el objetivo es una política pública para que todos los viejos colombianos tengan algún tipo de ingreso y eso requiere una reforma estructural. El otro punto importante es obrar correctamente con los ingresos del país derivados de las actividades extractivas. Es cierto que el mundo va a dejar de consumir petróleo y carbón en las próximas cinco o seis décadas, pero en esa transición energética, Colombia debe ser gregario y no pionero, pues el portafolio exportador y la fuente principal de las arcas nacionales, aún dependen de la venta de bienes primarios energéticos que son el sustento del Estado.

Con el manejo de la economía no hay mucho cambio profundo que se deba hacer, más allá de hacer ciertas actualizaciones laborales, garantizar la seguridad jurídica para las empresas, propender por el libre mercado, pagar deudas a la banca multilateral y hacer que más colombianos paguen impuestos. El verdadero foco del nuevo mandatario debe estar en la seguridad y el orden público, pues hay regiones en manos de delincuentes quienes siguen financiados por dinero proveniente del narcotráfico. Ese es el flagelo que impide que la economía siga derramando bienestar y que el paso del progreso no sea más acelerado. En las elecciones pueden votar 39 millones de colombianos, ojalá se alcance una cifra de 20 ó 21 millones de votantes que escojan un Presidente que no sea inferior a estos retos.