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EDITORIAL

El precio del dólar enfrenta su nueva realidad

viernes, 6 de septiembre de 2019

Hace 10 años un dólar valía $2.000 hoy cuesta $3.400 y este año nunca ha estado por debajo de $3.000, la moneda estadounidense logró devaluar el peso a niveles históricos

Editorial

Es cierto que la devaluación del peso es sinónimo de fiesta para los exportadores por el simple hecho de que por cada dólar vendido reciben más pesos, pero tiene un costo escondido y es que poco a poco la canasta familiar se llena de productos traídos del exterior, por la simple razón de que producirlos, más allá de nuestras fronteras, es más barato. Por cada libra de café, caja de banano, una flor o un barril de petróleo, los productores colombianos reciben muchos más dólares que hace, diez, cinco o un año, pero también producir cada uno de esos artículos primarios es mucho más costoso por los insumos agropecuarios y la costosa mano de obra. En pocas palabras, la devaluación del peso es más dañina que beneficiosa para el grueso de la economía, máxime cuando hay muy pocos exportadores y muchos importadores.

Hace diez años, para septiembre de 2009, un dólar se cambiaba en torno a los $2.000 y durante todo este 2019, la moneda estadounidense no ha bajado de $3.080, incluso ha subido hasta $3.490 en promedio. Las cifras hablan por sí solas y si se miran en porcentajes en la última década el peso ha perdido 68,5%% de su valor, y solo este año se registra 4,7% menos, convirtiéndose en una de las tres monedas más afectadas por la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China, además de la volatilidad en los precios del petróleo, que son las únicas causas de esta situación y que amenazan con extenderse en el tiempo. Vale la pena aclarar que el Gobierno Nacional poco o nada puede hacer frente a los choques externos contra el peso y culpar al Ministerio de Hacienda por esta situación no es muy justo. Lo que sí se debe hacer es diseñar una política a largo plazo que sustituya importaciones esenciales para la canasta familiar; es increíble que todo el ajo y las lentejas consumidos en Colombia tengan que ser importadas porque su cultivo no es rentable. Con casi todos los granos sucede lo mismo en menores porcentajes y el caso del maíz, el sorgo y la soja es para preocuparse.

El país debe acostumbrarse a una nueva realidad de la tasa de cambio, pues no se observan grandes cambios en la cotización en torno a los $3.400. Hay varios problemas de fondo: la balanza comercial continúa deteriorándose y la entrada de remezas puede absorber el déficit con consecuencias en la estructura productiva y la generación de empleos formales, que tarde o temprano le pasarán la cuenta de cobro al consumo. Si bien el peso de los productos importados en la canasta familiar no es grande e inflacionario -por ahora- el Banco de la República debe hacer esfuerzos ingentes para que la inflación no supera este año 4%, que es el techo fijado por los codirectores, pues gran devaluación, campeante desempleo y una resurrección de la inflación, no serían buenos relojes para arrancar la tercera década del siglo XXI.

A la luz de un termómetro consumo internacional, como es el BigMac Index de The Economist, si comparamos a Colombia con otros países de la región, se tendrá que el peso local es la cuarta moneda más devaluada del continente, solo superada por México con -53,9%, Argentina -50%, Perú -44,3% y Colombia con 35%, una realidad que no puede desconocer y que atrae inversiones temporeras y afecta el grueso de las compras domésticas que se hacen vía internet y mucho más a los viajeros de negocios y turistas.

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