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El sector productivo y el Gobierno Nacional deben trazarse como objetivo inmediato que el desempleo siga bajando, pero los hogares pueden jugar un papel importante
Debería haber un pacto nacional por la generación de empleos, más ahora que se vienen las fiestas de fin de año, que la gente necesita ingresos y que la solución al problema del coronavirus no se ve tan cerca. Lo primero que siempre se le ocurre a los políticos es echarle la culpa al gobierno de turno y pedirle que inviertan en obras civiles que demanden trabajadores; los empresarios, en cambio, miran sus presupuestos, planes de inversión y crecimiento, y exigen cosas que deberían ser institucionales como son la seguridad jurídica, la estabilidad tributaria y las tasas bajas.
Pero hay un gran jugador en la economía que son los hogares, independientemente de la composición de sus miembros. Casi nunca se acude al poder de las familias para transformar la economía o sacarla de las crisis periódicas, tal como ha sucedido en otros momentos históricos y en otros países. En Colombia nunca se ha experimentado una transformación o cambio de tendencia de alguna coyuntura adversa a partir de la fuerza de las decisiones que pueden tomar unos 15 millones de hogares; no solo los numerosos o los tradicionales de dos o tres personas, sino de los cada vez más frecuentes unipersonales, conformados por solteros.
Si una buena parte de ese universo de hogares con ingresos suficientes decide contratar más servicios en su domicilio para ayudar a generar trabajo informal o formal, las cosas pueden cambiar en poco tiempo y esa contribución se convertirá en un acto elocuente de contribución a mejorar la economía en el corto plazo. Los hogares son la principal fuente de trabajo para los servicios domésticos varios como choferes, cocineros, aseadores, vigilantes, mayordomos, maestros de obras, pintores, niñeras, electricistas, peluqueros, entrenadores personales y jardineros, entre otras muchas actividades que se contratan permanentemente, donde también se pueden sumar paseadores de perros, asistentes personales, secretarias, cuidadores de ancianos y toda una suerte de personas dispuestas a hacer lo necesario para ganarse un salario.
Pero para que eso funcione -generar empleos en los hogares- los políticos en ejercicio en el Congreso y en los ministerios deben estar sintonizados con los obstáculos que encuentran esas contrataciones hogareñas que se enfrentan a obligaciones legales muy leoninas contra sus generadores de oficios. Aún es increíble que en Colombia no se haya legislado sobre el trabajo por horas; que los congresistas ni los dos ministros de Trabajo de esta administración hayan logrado avanzar en una materia tan básica.
Siempre que se quiere desvirtuar el trabajo por horas se pone el foco en las empresas o en el gobierno como generadores de empleo, pero nunca se mira a las familias y las inmensas posibilidades que éstas tienen para contribuir a los ingresos de un inmenso sector informal.
El mejor regalo decembrino o de las fiestas de fin de año es que las familias con ingresos pueden generar trabajo doméstico: pintar la casa, revisar las tuberías, mirar el sistema eléctrico, pagar un paseador de perros, contratar un chófer, un cocinero o peluquero, todo un portafolio de “pequeños lujos burgueses” -en términos de Deirdre McCloskey- que pueden marcar la diferencia en una época de grandes necesidades y el comienzo de un año lleno de incertidumbre que solo podrá derrotarse su se generan oportunidades.
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